Las Pascuas de Antaño.


Como ustedes ya saben o están informados, FyCCh., está rescatando sus artículos de antaño, cuando estabamos en otro "servidor" que cerró sus puertas, es por esto que nos encontramos con estos artículos de Pascuas, Año Nuevo, etc. en circunstancias que no son todavía estas fiestas.
La labor de rescate de estos escritos, por el poco de tiempo que tenemos para "republicarlos", hace que aparezcan y como creo que son de una importancia para tener más conocimiento de las diferentes expresiones de la cultura, estan nuevamente acá...

¡¡ Vamos con ellos !! ...



Seguimos con los temas de las Pascuas, nuevamente con nosotros Alfonso Calderón, en su libro "Memorial del Viejo Santiago", de la Editorial Andrés Bello, 1° Edición Junio de 1984.

 Las Pascuas de Antaño.



El decreto de la intendencia santiaguina —de 18 de diciembre de 1856— expresaba:

"Considerando que se aproxima la festividad de la Pascua de Natividad a que el pueblo desde tiempo inmemorial está habituado: que en esos años anteriores la experiencia ha demostrado que el estrecho recinto de la plaza principal de abastos en que tal festividad se celebra, es incapaz de contener el inmenso gentío que allí concurre, de lo que se originan con frecuencia disgustos y riñas de más o menos trascendentales concecuencias; y que a la autoridad incumbe el deber de prevenirlas en virtud de providencias que respetando la costumbre, facilite a los concurrentes más garantía de comodidad y seguridad, vengo en decretar: los puestos o ventas de flores, dulces, refrescos, fiambres, frutas, mate, té, chocolate y, en una palabra, todos aquellos destinados al ornato y proporcionar a los concurrentes facilidad para el lleno de sus deseos que en la noche del 24 del presente se han colocado en años anteriores en la Plaza de Abastos mencionada, se situarán en dicha noche en la Alameda de las Delicias, en el puesto que la policía designare, a cuyo efecto el comandante de la antedicha policía determinará a los vendedores las localidades en que puedan situarse, según las instrucciones que esta Intendencia le transmitiere".

Anótese y comuniqúese.- Tocornal.- Belisario Prieto, secretario".

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Esas primeras fiestas navideñas en la Alameda quedaron en los recuerdos santiaguinos como un momento de la edad de oro, porque el gentío admiraba los "millones de luces". Los puestos ocupaban una extensión de varias cuadras, "desde la calle de la Bandera hasta más allá de la de Duarte. Casi en el centro del paseo se hallaba la banda de música, tocando piezas variadas"(16).

Las confidencias, cuadrillas. Grupo Rauquén.


Era el tiempo del vals, de la polka, de la cuadrilla y de la varsoviana, y la alegría no sólo era popular, sino que la "sociedad elegante principió a visitar la feria desde las diez de la noche, y no la abandonó hasta mucho después de las doce"(17). 

 Riendo, esos caballeros que solían teñirse cabellos, bigotes y patillas con el preparado de C. H. Mare, enamoraban a las damas elegantes que enloquecían con el perfume francés o con la Leche Oriental o Leche de Lirios, mientras parloteaban entre ellas sobre esa pieza que venía a liberarlas del corsé, "pues si éste sirve para disminuir", el otro aspira a "abultar".

Tontillo_o_polis_n_.pngLos antiguos le llamaban "tontillo" "y actualmente se conoce bajo el nombre expresivo de miriñaque"(18). Ahora, hay algo mejor, digno de la perfección que permiten estos tiempos: la "crisolina", que sirve para suplir "faltas naturales", y está hecha de goma elástica, "por el mismo sistema de las boyas para nadar y se infla a voluntad por un conducto que sobresale y que se cierra con un tornülo"(19).

¡Qué año del Señor ese de 1856!

Ya estaba en venta el "Sistema y Diccionario del Lenguaje de la Galantería y de sus divisas, cuyos caracteres son las flores, las plantas, metales y piedras preciosas, cintas y colores, o sea el lenguaje mímico-simbólico del alma o arte de la correspondencia secreta entre los amantes por medio de las flores". Y en Valparaíso, debido a un huracán, no pudo oírse la música que se había programado en el jardín Abadie (20).

Por vez primera, el mechero de gas dará verdadera luz a la Alameda, enorgulleciendo a los santiaguinos, en 1857. En ese año se inaugura el ferrocarril a San Bernardo San Bernardo, y el Teatro Municipal, que usa el gas, hará decir a un periodista hiperbólico algo novedoso: "parece que la noche fuera reemplazada por el día".

No todo pareció miel sobre hojuelas. Vicente Reyes escribió: "es
preciso comer, es preciso beber, porque sin comida ni bebida no queda debidamente celebrado el nacimiento del Redentor del Mundo. ¡Guerra  a los pavos, guerra a los jamones! ¡Adiós Laffite, adiós Margaux! ¡Sardinas, chocolate, pasteles, adiós! Si vosotros sois paganos, el mundo está ya regenerado, porque el paganismo ya está expirando!"' (21).

Argentina. Polka militar. Grupo Rauquén.


Sin sonrisas ni parabienes advierte que el espectáculo de la Alameda, en esa noche, "si bien tiene mucho de animado, tiene también algo de triste. Dificultamos que se haya verificado jamás una exposición más abundante de objetos que por su mísera condición, por su desaseo y falta de gusto, se expresasen de una manera tan elocuente sobre la miseria y la absoluta carencia de comodidades de nuestra clase proletaria. Allí no se veían más que sillas y mesas que, por lo estropeadas, podrían compararse con la constitución política, y por lo sucias, con algunas calles de la población" (22).

el-pollero_galeria_Cubarte.jpgNo se había juntado antes tanta basura como en esas celebraciones, lo cual llevó al intendente Tocornal, con fecha 29 de diciembre, a dictar una ordenanza, en la cual prohibía "arrojar a las calles, plazas, plazuelas,
lugares públicos y acequias interiores las basuras, residuos, desperdicios de cocina, aves o animales muertos y en general respecto de las acequias, todo objeto que, impidiendo el libre y fácil curso de las aguas, pueda originar tacos o aniegos.

El habitante en cuya morada esto se verifique, pagará una multa de uno a cuatro pesos". Tal vez escaseó el agua, porque un cronista de "El Mercurio" exclamó con espanto: "ya no queda tierra ni polvo en las calles de Santiago; toda ha volado a los ojos (23).

El_carbonero_de_la_web_Vintage.jpgEn la Navidad de 1871 se distribuyeron, por vez primera en Chile,
tarjetas de Navidad y de Año Nuevo. Se imprimieron seis mil, pero pronto hubo que encargar más.

Fue el invento, en 1844, de W. E. Dobson, de la Royal Academy, quien recibió, en ese año, un obsequio enviado por un amigo. Pensando en retribuirle, dibujó en una cartulina de Bristol una escena familiar: un grupo devora el pavo tradicional.

A la Navidad siguiente, el destinatario hizo imprimir el dibujo de Dobson y lo envió a sus amigos. Así comenzó todo. Por un inglés.
Durante la guerra franco-prusiana, los soldados franceses enviaban a sus familias estas tarjetas, y la censura no les cerraba el paso, dando a ese 1870 el signo de gracia y de liberalidad epistolar. En globos, que podían burlar el sitio de París y dejar las tarjetas en seguro, llegaron éstas como una voz de paz y de amor. En 1873, la postal ilustrada con fotografías de paisajes alpinos nace en Suiza (24).

Oreste Plath cita un manual que no hemos visto, "Pensamientos para postales y versos amorosos", el que permitía que los galanes de pocas luces usaran pensamientos ajenos para saludar a sus enamoradas (25).

Y la nostalgia comienza a velar el verdadero rostro de las viejas Navidades criollas, que no fueron ni tan alegres ni tan graciosas. Un diario de 1872 lamenta: "nada nuevo, nada de hermoso, nada que pudiera recrear la vista se encontraba en esa gran hilera de ventas. Aquí el cabo de una vela de sebo colocado en el extremo de un palo, trataba de alumbrar una mesa coja que sostenía algunas frutas y que estaba rodeada de hombres o mujeres tendidos en el suelo; más allá una fonda, para que no creyeran los parroquianos que no había alfombrado y que sólo no se ponía por encontrar mejor el suelo raso, servía de pared y techo; un pedazo de colcha cubría la entrada (26).

Si la creencia popular de que los demonios andan sueltos en la Nochebuena tuviera algún asidero, provechosas resultan las recomendaciones a las niñas de asegurarse manto, basquinas y enaguas. En ventorrillos y ramadas, "que harían creer al curioso que toda una población ahuyentada de sus hogares por algún terremoto o calamidad parecida, había escogido aquel sitio como lugar preferente para sus tiendas (27), la música contagia, con aquello de:

"Esta noche es Nochebuena,
noche de parar la oreja;
asómate a la ventana,
a ver si ronca la vieja".

Ya las Pascuas de antaño no existen. Los pintores chilenos que dejaron una imagen del Nacimiento en sus telas: Arturo Gordon, Marco A. Bontá, Matilde Pérez, Pedro Olmos e Israel Roa, son la excepción (28).

En vez de claveles y albahacas, refunfuña Edwards Bello, "el colemono.

Herodes de los niños, ladrón de leche. Degüello de los inocentes (29). No hay casi pastores ni falanges celestiales. Echemos —escribe Ricardo A. Latcham— "un responso definitivo a las Pascuas antañonas, y pidamos un Johnnie Walker o una cazuela de champaña para suplir el encanto agreste del ponche en leche, de la aloja de culén o de la horchata con malicia (30).

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Los niños de los primeros años de este siglo recordaban con nostalgia los juguetes del "Bazar Alemán", de los Kraus, en la calle Ahumada, esquina de Moneda. La Alameda se llenaba "desde la calle de Bascuñán Guerrero hasta la del Estado, de fondas que se engalanaban con rondas
de papel picado, gallardetes con los colores nacionales y farolas chinescas.

En algunas, para mejor iluminación, se ponían quinqués de petróleo y lamparillas de acetileno que eran una novedad; llenaban estas fondas mesitas con manteles de papel, con preferencia de tonos rosados y picados a tijera, los que frecuentemente veíamos desprenderse con la brisa vespertina como volantines, que quedaban atrapados entre las piernas o brazos de las estatuas de nuestros héroes o en las patas de sus caballos (31).

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Los hilos del retablo se iban moviendo, a medida que la tarde pasaba, y el gentío abría el camino para que los niños tuviesen su fiesta: "vendedores de alfeñiques, ah, los latigudos; barquilleros por cientos, vendedores de globos cautivos, que ningún niño dejaba de llevar, de rosas de los vientos (remolinos), de matracas y cohetes... A eso de las once, la alegría estaba en su apogeo. Se escuchaba el bordonear de guitarras y aún más el estridente gramófono que por su cornetón de caucho lanzaba el Chiribiribín, cantado por un divo (32).

Un año antes de que Juan Luis Sanfuentes y lo que él representaba fuesen aventados por la fuerza nueva del alessandrismo, ya la Navidad no era lo que fue. Pedro E. Gil, como un Manrique de extramuros, entona un treno:

"¿Quién, de los que aún quedan fieles
a la vieja Nochebuena,
se fue a correr la verbena
entre albahacas y claveles?
¿Quién, desoyendo la voz
de la templanza que enoja,
quién mordió en la pulpa roja
de una sandía precoz?
¿Quién, Alameda adelante,
se dio en cada puesto citas,
comprando a su nena ollitas
de greda de Talagante?
¡Ah!, en nuestro espíritu ahora
la tradición ya no existe,
y no es esta Pascua triste
lo que la Pacua de otrora.
¿ Y qué, si hasta dio en cambiar
la rambla del Director,
y hoy es un parque de honor
la Cañada secular?
¿Recordará ni en ficciones
a la Cañada en la Pascua,
aquesta vía, hecha una ascua
de soberbias construcciones?
¿Dónde están, visiones meras,
los boliches de refrescos,
los farolillos chinescos
y las fondas vocingleras?" (33)

La criolla Navidad cede el paso a otras formas de festejos sociales, aventando lo pintoresco, dejando atrás la euforia colectiva y callejera de antaño. Santa Claus (34) desplaza a los pastorcillos ambulatorios al Jesús policromado, a la candidez de los grandes ojos de la Virgen María y al José, carpintero, a quien, sin ánimo de herir, entre dolida e ingeniosa, doña Victoria Subercaseaux tildó de siútico, cuando Crescente Errazuriz quiso compararlo con don Benjamín Vicuña Mackenna.

El árbol de Pascua reemplazará al viejo retablo peninsular, con una nieve fingida por copos de algodón, y con unos renos anacrónicos. No más mimbreros, vendedores de frutas, loceras de moño y canasto y criadas de tercer patio.

No más esa cana al aire que echaba gustosamente el lechuguino, brindando junto a una maritornes que olía a agua Florida, ni el destello de los duraznitos de la Virgen o de las guindas escarlata, ni la mistela de apio, ni los pejerreyes de Acúleo, saltando en un cazo de aceite.

 ¿Dónde están las nieves de antaño? Artificiosas y absurdas, sólo en el pino invernal (35).

Notas.
(16) "El Mercurio, Valparaiso, 26 de diciembre de 1856.Í.l..il,id.
(17)Id.,ibid.
(18) El Charivari, noviembre de 1856.
(19 Id.,ibid.
(20) En inserción a "El Mercurio" (diciembre 9, de 1856), el dueño del jardín admite que aguarda "a sus favorecedores", quienes podrán "aprovechar la linda luna de diciembre".
(21) "E| Ferrocarril", diciembre de 1856.
(22) íd., ibíd.
(23) Diálogo del Año Nuevo. "El Mercurio", Valparaíso, 31 de diciembre de 1856.
(24) Cf. Archivero. Primer saludo en una postal. "El Mercurio", Santiago, 31 de diciembre de 1961.
(25) Viaje en torno a la tarjeta postal. "En Viaje", diciembre de 1949.
(26) "El Ferrocarril", Santiago, 27 de diciembre de 1872.
(27> J. S. Tornero.
(28) PALACIOS, JOSÉ MARÍA ...y la Navidad. En "La Segunda", Santiago, 22 de diciembre de 1981.
(29) Ultimas Navidades. En "La Nación", Santiago, 24 de diciembre de 1956.
(30) La Pascua de antaño. En "Zig-Zag" N" 2074, 22 de diciembre de 1944.
(31) BALMACEDA VALDÉS, EDUARDO. Un mundo que se fue. Editorial "Andrés Bello", Santiago, 1969, pp. 35 y ss.
(32)  BALMACEDA VALDÉS, EDUARDO. Op cit.
(33) Lo que se va. En "Zig-Zag" N" 775, 27 de diciembre de 1919.
(34) Se ha creído que Santa Claus es una figuración navideña inspirada en la personadel obispo Nicolás de Myra (lugar entre Rodas y Chipre), un hombre bondadoso del siglo IV que gustaba agradar siempre a los demás, regalando, aunque se disgustaba si se lo agradecían.
(35) Según una de tantas tradiciones populares, la idea del árbol de Navidad se engendró en Alemania, atribuyéndose a Martín Lulero. La primera relerencia acerca de su uso corresponde a 1605. Rusia adoptó la costumbre a comienzos del siglo xix. Se cree que en Inglaterra se aclimató cuando el príncipe Alberto, marido de la reina Victoria, instaló uno en el castillo de Windsor, en 1841. Soldados alemanes del ducado de Hesse lo trajeron a América. Por primera vez se empleó el simbólico pino adornado como motivo de la celebración de la Nochebuena en Peunsylvania el año 1746.
Los primeros que se pudieron ver en Chile fueron los de los colonos alemanes de Osorno v Valdivia, alrededor de 1860.

Fotografías: 1) Pesebre tejido a palillo. 2) Alameda de Las Delicias, año 1906. 3) Tontillo o polisón, es una pieza de ropa interior que usaban las mujeres para abultar los vestidos por detrás. Su auge fue a mitad y finales del siglo 19. De la web: Historia de la Moda. 4) El pollero. Galería Cubarte. 5) Tarjeta navideña, de la web: Vintage, el glamour de antaño. 6) La novena del Niño Dios. Marco A, Bontá. De la web: MAC U. de Chile. 7) Conjunto folklórico chileno, entonando villancicos. Fotografía de Anfolchi.

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