La Página Sepia. Parte 2.


Vamos a la parte 2 de esta página, que como nos indicaba Alfonso Calderón ( refiriendose a su libro 1900) y este editor, traerá mucha actividad y temas para sonreir, meditar o simplemente para acumular conocimiento, o salirse un poco de la rutina...
 
Esta vez, traemos dos temas que hablan del "transporte" y en Valparaíso, para sus habitantes un saludo y este recuerdo de muchos años atrás, cuando las fotos eran en "sepia"...




Estas fotografías, salieron publicadas en El Mercurio de Valparaíso y después en un libro titulado "1900 Valparaíso", como subtítulo "Un aporte a la conservación de la memoria histórica de la ciudad", con el auspicio de El Mercurio de Valparaíso y la Universidad Diego Portales, con su Facultad de Comunicación. Las fotografías fueron tomadas por Harry Grant Olds.

Harry Grant Olds

En el año 1900 Harry Olds, un extraordinario fotógrafo norteamericano, permaneció casi un año captando con su máquina los más diversos rincones de Valparaíso. De esta forma, dejó un extraordinario testimonio gráfico de la ciudad, justo unos años antes de 1906, cuando un violento terremoto hizo casi desaparecer al puerto.
Respecto al paso de Olds por Chile, la única información existente hasta el presente es el registro de su nombre en las listas de pasajeros del Vapor Orcana que lo trajo desde Montevideo y en la empresa de carruajes Transportes Unidos que lo llevó a Buenos Aires.

Así lo testimonian las informaciones aparecidas en los diarios "La Unión" y "El Mercurio de Valparaíso". En esa estada es que el fotógrafo trabaja estas imágenes que hoy son uno de los más vivos testimonios de ese tiempo.

Vamos con los temas...





Burrero.


El personaje central que se observa en la lámina, el burrero, fue característico en el Valparaíso del pasado, en especial en el paisaje de los cerros porteños. Hace un siglo no era habitual que alguien captara alguna fotografía en la calle, pues este arte se encontraba en pañales.
Cuando Harry Olds apareció en este barrio, que no identificó, para retratar al trabajador que señalamos, despertó la curiosidad lógica, que se refleja en la postura y rostros de las personas que completan el cuadro.

El asno posa quieto, tal vez molesto, por el peso que debe soportar. Es parte de su vida, nada grata, pero así se gana el sustento diario. Comprensibles son entonces las porfías que muestra a veces, que llegan a extremo tal, que nadie le hace cambiar de actitud.

El público que aparece en la escena recuerda el atuendo que se usaba hace un siglo. El sombrero en los varones era característico. Las mujeres lucen vestidos largos. El cabello de los menores se observa cortado al rape, lo que indica que las modas retornan cuando nadie lo imagina. La pobreza se refleja en especial en los dos niños descalzos.

El establecimiento comercial que tiene su puerta abierta parece estar dedicado a la venta de artículos para el hogar, pues cuelgan varias cacerolas y una damajuana.

El asno permitía desarrollar muchas actividades, pues le resulta fácil llegar hasta los lugares más escarpados. Hoy su presencia ha disminuido notoriamente, pues se dispone de otros medios de transporte que le desplazaron, pero no así de algunos hogares de la parte alta, a los que continúa sirviendo lealmente o, al menos, donde es querido y tolerado a pesar de su carácter a veces irascible.




Ferrocarril Urbano de Playa Ancha.

Los carros de sangre marcaron toda una época en el transporte urbano de Valparaíso. Aparecieron en esta ciudad en 1861 cuando se constituyó la Compañía de Ferrocarril Urbano, creada por iniciativa del ciudadano británico Carlos Swinburn. Se disponía de una dotación de 45 de estos vehículos, según contaba Santos Tornero.
Transportaba 24 pasajeros sentados en primera clase y 30 en imperial, naturalmente con tarifa más económica.

La empresa no sólo tenía que preocuparse de la mantención de los carros, sino que también y muy especialmente, de los caballos que los arrastraban, para lo cual habilitó una caballeriza con capacidad para 350 ejemplares.

A comienzos del siglo pasado, en 1903, fueron reemplazados por los tranvías eléctricos, vehículos de características similares, pero más afinados y de tamaño un poco mayor. A ellos se sumaron por allá por 1922 los modelos adquiridos en Bélgica, de dos pisos, que atendieron el servicio hacia Viña del Mar y Chorrillos.

Los tranvías desaparecieron a principios de la década de los 50 cuando aparecieron los trolebuses que circulan hasta hoy, con la ventaja sobre otros medios de movilización, que no son contaminantes.

El carro de sangre que observamos en la lámina pertenece al Ferrocarril Urbano de Playa Ancha que iniciaba su recorrido en el lugar que vemos en la fotografía, la hoy plaza Aduana, antes plaza Wheelwright. Está estacionado ante el edificio de la Aduana, construido en 1854 por Juan Brown, inmueble que se conserva hasta el presente y que debiera ser sede del museo que recuerde la historia, personajes y actividades de Valparaíso.

Fotografías: 1) Del libro "1900" de Alfonso Calderón. 2) del libro "1900 Valparaíso" de El Mercurio de Valparaíso. 3) de Memoria Chile, Biblioteca Nacional de Chile.


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