Año Nuevo en Santiago y Valparaíso antiguo.




Para despedir este año 2013, traemos a FyCCh., a dos amigos que nos han acompañdo en estos años y nos han alegrado la vida con sus escritos relacionados con nuestra cultura y la manera que tenemos para enfrentar nuestro quehacer diario.

De su libro, "Valparaíso navega en el tiempo", Franklin Quevedo Rojas, nacido no en Valparaíso en esos años 1919, sino que es oriundo de Linares, a los 6 años se trasladó a Valparaíso junto a su familia, viviendo toda su infancia y juventud en el puerto, de ahí su conocimiento de Valparaíso, donde nos relata muchas historias, leyendas y casos de esta ciudad.



Su mirada del Año Nuevo en Valparaíso.

AÑO NUEVO.

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Todos los 31 de diciembre Valparaíso florece, estalla en luces verdes, azules, rojas, amarillas relucientes como el sol, aunque es de noche. El silencio de la bahía se rompe, las sirenas de los barcos, los pitazos de los trenes, las bocinas de camiones y automóviles, el ulular de los grandes parlantes de las compañías de bomberos, se mezclan con los reflectores de los fuertes porteños y de los barcos de guerra, que lamen los cerros en su girar desde Playa Ancha hasta Caleta Abarca, como si los haces de luz fueran mensajes musicales y las campanas, luz.

"Yo soy dueño del Barón". Los Chileneros.

Estallan los petardos, los humildes "guatapiques", las tiras de cohetes, semejan pequeñas ametralladoras lanzando sus ráfagas, y las bombas fabricadas por los muchachos con "clorato y azufre" estremecen los vidrios de las ventanas con la indignación de las dueñas de casa que, escoba en mano, corretean a sus hijos y sus compinches.

Cuando son las doce de la noche, en medio del delirio de las luces, las campanas, las sirenas y los estampidos, los muchachos corren por las calles, abrazando a las muchachas que han salido a las puertas de sus casas. Los abrazos son más prolongados con la niña que se quiere conquistar.

"Pero, para vivir la Noche de Año Nuevo, lo mejor es Valparaíso —dice Neruda—. El espectáculo es luminoso y naval. Entre los navios empavesados a fuego limpio, la pequeña "Esmeralda" es el velero alhajado. Sus palos son cruces de diamantes y quedan bien en el cuello celeste de la noche estival. Todos los barcos nos dan esa noche no sólo la exaltación del fuego, sino unas voces recónditas: todas las bocinas de Neptuno, reservadas para los peligros del océano, en esa noche se disponen a roncar de alegría.

"Sin embargo, la maravilla son los cerros, que apagan y encienden el circundante alambrado, dando una réplica de luz y sombra al entusiasmo de la iluminación marinera. Conmueve ver esa pulsación de los cerros que contestan con todos sus ojos el saludo de los navios."
"El abrazo de Año Nuevo en Valparaíso permanecerá inolvidable.

También allí, de alguna manera quemamos nuestras pobrezas y a golpes de luz y fuego esperamos limpiamente los días venideros".
Nuestro querido Oreste Plath, se hace presente con un artículo, de su libro "Baraja de Chile", donde nos cuenta de esta festividad por el Nuevo Año en Santiago y Valparaíso, de algunos (hartos) años atrás...

"La Joya del Pacífico". Trío Terranova.

La mirada de Oreste al Año Nuevo...

Próspero Año Nuevo.

Año Nuevo en el Santiago de ayer.

El más brillante escenario del Año Nuevo en Santiago fue hasta hace pocos años la Alameda de las Delicias. Las fondas ocupaban el trecho que va de la calle Bandera a la Estación Central. Estas fondas, ramadas o chinganas, como las llamaban, se mantenían desde la Navidad hasta el 2 de enero, fecha en que desaparecían como barridas por la escoba municipal.

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Si la Navidad tenía un auténtico olor, el de la albahaca, la noche de Año Nuevo tenía un olor a pólvora y un decoro personal que parece obedecía al decir Año Nuevo, terno nuevo. Y era verdad; todos andaban más pijes, más chatres. El obrero, bien arreglado, gozaba de salir con toda su prole; como la gran familia. Se invitaba: Vamos a las ramadas a echar una miradita.

El mundo de esta noche en la Alameda lo componían los milicos, los marineros, caballeros alegres y chiquillos que corrían desaforadamente hacia el sitio en que se elevaban globos, se prendían fuegos
artificiales, viejas, cuetes y guatapiques.

A medida que la gente llegaba a la Alameda las fondas tomaban mayor animación; las arpas, las guitarras, los acordeones rompían en alegres cuecas de antiguas letras, cantadas por viejas y animadas por adolescentes con tamboreos y retahilas de dichos.
Concentraba la atención en más de una fonda un danzarín que bailaba con un potrillo en la cabeza, lleno de vino hasta los bordes, sin derramar una gota, y al finalizar lanzaba el sonoro y clásico grito
de ¡VIVA CHILE!.

"A mi ciudad". Santiago del Nuevo Extremo.

En otras fondas, colocados en mesones estaban luciéndose en grandes azafates los preparados nacionales: el causeo de pata, la malaya con harto ají, el arrollado, el pescado frito. Otras eran las de ventas de bebidas, en cuyas mesas se formaba hasta una triple fila de botellas con cola de mono, aloja de culén, mistela, servidas en grandes vasos y, finalmente, estaban las que vendían frutas de la época.

Ya cercanas las doce de la noche comenzaba una fuga del centro de la Alameda hacia las veredas; con esto las señoras elegantes y las empleadas deseaban precaverse de los abrazos de entusiastas desconocidos.

La algazara era mayor cuando las 12 de la noche eran marcadas por el disparo del cañón del cerro Santa Lucía y comenzaba el júbilo que se demostraba abrazando a medio mundo. Las empleadas que no andaban huachitas, sino en grupos, huían gritando en bandadas; las campanas llenaban de sonidos -el espacio; las bocinas de las fábricas lanzaban toques estridentes; mozos divertidos hacían sonar cornetas de cartón; cohetes estallaban en el suelo y petardos hendían el espacio en medio de una zafacoca.

En los barrios, las dueñas de casa mataban un pollo o gallina para esperar las 12.
A la media noche salían corriendo de las casas para abrazar al vecino, a los amigos o al primero que pasaba, mientras los chiquillos, en la calle, prendían tiras de cuetes.

Año Nuevo en el Mercado.

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La recova, el Mercado en las pequeñas ciudades, era en otros tiempos la boite del pueblo. Aquí pasaba la noche de Año Nuevo comiendo y tomando.
Una disposición municipal permitía que toda la la noche permaneciera abierto, y el gran negocio lo hacían las cocinerías.

Los platos de la noche eran el caldo de cabeza, los causeos de pata con torrejas de huevo duro, aceitunas negras y relumbronas; el ajiaco y los costillares de corderito con la ensalada que se quisiera.
Estos eran preparados y servidos por maestras de la culinaria nacional, que eran muy gordas, de alto moño y blanco delantal.

Al amanecer llegaban los futres, los señores, los caballeritos, en busca del caldo de cabeza o simplemente a sellar el año, tomando el desayuno en el Mercado, después de la gran fiesta social. Era clásico, tradicional, terminar en el Mercado.

Tarjetas de Año Nuevo

La tarjeta postal circulaba profusamente (1). En su mayoría eran importadas, y el pueblo gustaba de aquellas caras que, por lo general, eran dé carey con motivos en relieve, ya que su presentación y color eran más novedosos.

Las leyendas impresas eran simples, cordiales, llenas de buenos deseos. Aquí hay algunas: Año Nuevo, vida nueva; Año Nuevo, amores nuevos; Felices Pascuas y Próspero Año Nuevo.
Algunos remitían las de temas humorísticos que hacían alusión a las suegras, la opresión matrimonial, el pelambre y la embriaguez.

Había también unas letras llamadas del Banco de la Felicidad.
Estas se llenaban así:

A la vista, sírvase mandar pagar por esta ÚNICA DE CAMBIO a la orden de............................................... la cantidad de trescientos sesenta y cinco días de felicidad. Valor que cargará en cuenta de su atento y S.S.
......................

Año Nuevo en el Valparaíso de hoy.

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En Valparaíso, la segunda ciudad y el primer puerto de Chile, el Año Nuevo ofrece actualmente un cuadro de fantasía, de extraña visión. que se la dan los cerros con su iluminación la que se multiplica con faroles chinescos de papel.

En Valparaíso, el Año Nuevo se ve, se siente y se espera en lo alto.
El pueblo de Valparaíso se agrupa, se reúne en las plataformas, en las terrazas de los cerros, para contemplar el espectáculo de la última noche del año que se ofrece en la bahía, donde está toda la escuadra.

Los barcos de guerra lucen empavesados, tienen su aparejo circundado de bombillas eléctricas, presentándose como barcos fosforescentes.
Los vapores y las más pequeñas embarcaciones surtas en la bahía están engalanados, ostentando algún adorno o una iluminación extraordinaria.

"La Joya del Pacífico". Victor Acosta y acompañamiento.

Muchos porteños pasan su última noche del año en el Paseo 21 de Mayo, en Playa Ancha, paseo que es como un inmenso balcón que cuelga del cielo, o más bien un pasillo de barco. A los pies de este
cerro se ven todas las naves, el estrecho plan de la ciudad y su extensa bahía decorada, bordada de luces.

Este paseo a las doce de la noche se hace estrecho para contener al público que desea gozar, emocionarse con las luminarias, con las sirenas de los barcos de guerra que lanzan su estridor. Estos barcos tienen dos clases de bocinas: una triste y la otra alegre; con ellas representan el año viejo y el año nuevo; los vapores hacen sonar sus pitos de partida; las gasolineras y las lanchas más pobres participan en este bullicio, mientras desde los fuertes de la bahía se disparan cañonazos, las iglesias hacen sonar sus campanas, los globos se elevan, y las bengalas, los voladores de luces, los fuegos artificiales, los petardos, estallan en los cerros. Y los reflectores de los barcos de la armada de guerra iluminan el espacio como deseando señalar el camino a alguien que se va...

Ahora, los clubes sociales, las asociaciones formadas por los hijos de provincias, organizaciones deportivas y de obreros celebran bailes de Año Nuevo, y la tarjeta postal ha sido reemplazada por los autobuses, que en sus parabrisas escriben con tiza líquida: FELIZ AÑO.

La sociedad de Santiago, que no conoció la victoria, va en soberbios coches al Club de la Unión o al Golf.

En Viña del Mar, el pueblo sólo tiene la plaza con sus árboles como frutecidos de luces.
En el Club de Viña del Mar, esta noche alcanza contornos de un verdadero acontecimiento social, porque hacen su estreno en sociedad grupos de hasta sesenta señoritas.

"Santiago y Valparaíso". Los Chileneros.

Notas:

1. Fue para saludar la Navidad y despedir el año viejo de 1871, que Chile dió vida a la tarjeta posta. Era el primer país de América que lo hacía. La Dirección General de Correos, a cargo entonces del progresista funcionario don. Juan Miguel Riesco, explicaba en avisos la innovación traída de Europa y que reportaría grandes ventajas al país.
Las que se usaron en saludos de Navidad y Año Nuevo al finalizar 1872 correspondían a 500.000 impresas en Inglaterra y que llegaron a Valparaíso, con los primeros sobres timbrados, en los vapores Garonne y Aconcagua. Traían grabado el sello en la misma tarjeta.
La venta de tarjetas aumenta en tal forma que, en víspera de Navidad de 1883 el correo de Santiago tuvo que abrir una oficina especial. En breves días se vendieron 30.000, aparte de las ilustradas, que ya entraban a competir en el comercio y a dar una nota de alegría al clásico saludo anual.
"Archivero" (Julio Amagada). Diario El Mercurio. 29-dic!embre-1944. Santiago de Chile.

En Chile. La Sonora Palacios - Un Año Más. Un tema recurrente para los años nuevos, con el sonido original e inconfundible de la Sonora Palacios (con la voz de Tommy Rey).


Fotografías: 1) Alameda de Las Delicias, Pérgola de las Flores.1926. 2) Fuegos artificiales en Valparaíso. 3) Mirada a Santiago, desde el Cerro San Cristóbal.1890. 4) Mercado Central de Santiago. 1930. 5) Valparaíso hoy desde un mirador.

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