Especial de Violeta, parte 2.


Seguimos con nuestro Especial de Violeta. Los dejo con Fernando Alegría. Fernando Alegría es novelista, crítico literario y poeta. Es profesor en la Universidad de Berkeley, California. Ha publicado una veintena de libros, el más reciente de los cuales es "Una especie de memoria".

Sigue contando a Violeta Parra, Fernando Alegría...
Parte 2.

cancionero violeta.jpgDe tal condición venía Violeta, hija de un maestro de escuela, músico de afición, y de una mujer de clase media, costurera por obligación.
Su madre contaba que Violeta nació con dos dientes... y que el médico, al comprobarlo, anunció grandes cosas para la niña.
Pablo Neruda, vecino de los Parra en Chillan, en una de sus hermosas odas, dedicada a Violeta, pronosticó:



Parra eres.
y en vino triste te convertirás.

La familia Parra vivía, como se dice en Chile, «a palos con l'águila».
No alcanzaba el sueldo del profesor para alimentar tanta boca —se trataba de nueve hermanos y hermanas— y las costuras de la madre apenas bastaban para vestir a la familia.

Durante la dictadura del general Carlos Ibáñez (1927-31), el maestro Parra perdió su puesto y, con filosofía muy criolla, decidió que había trabajado suficiente en la vida y que llegaba el momento de retirarse.
Se dedicó entonces a tocar la guitarra y a beberse los años diluidos en vino. Murió tuberculoso poco tiempo después.


la cueca larga.jpg
Sin desanimarse, la madre y sus Parritas lucharon porfiadamente contra el ambiente aplastante de la provincia.

Mientras ella persiste en sus labores de costura, los pequeños Parra, precoces cantores y guitarristas, salen a tentar suerte por los caminos del sur de Chile.

Actúan en los trenes y estaciones de ferrocarril, en plazas y mercados, en los tenebrosos boliches de pueblo chico donde la música y el baile suelen ser el preludio de duelos mortales en la madrugada .

Violeta, Hilda, Lautaro, Roberto, van como gitanos con su instrumento en la mano y su canasto, ganando unos centavos aquí y alimentos mas allá, juguetones como gorriones, contentos con su suerte. La madre los ve partir y tampoco se desespera.

violeta.jpg"Mi padre —recuerda Violeta—, era el mejor folklorista de la región y lo invitaban a todas las fiestas. Mi madre cantaba las hermosas canciones campesinas mientras trabajaba en la máquina de coser. Aunque mi padre no quería que sus hijos cantaran —cuando salía de la casa escondía la guitarra bajo llave—, yo descubrí que era en el cajón de la máquina de mi madre donde la guardaba y se la robé. Tenía siete años.Me había fijado como hacía las posturas y aunque la guitarra era demasiado grande para mí y tenía que apoyarla en el suelo, comencé a cantar las canciones que les escuchaba a los grandes". (1).

¿Escuelas, estudios?. Nada de eso. Violeta y sus hermanos aprenden en la calle, en las quintas, trillas y vendimias, dondequiera que los ritos del campo se celebren con ritmos de cuecas y tonadas.
En esos años Violeta repasa una tradición de cantores populares que viene desde la época colonial cuando los más avezados de esos artistas ambulantes se reunían a payar en contrapuntos de preguntas y respuestas.

v_parra.jpgGuitarras primitivas, sones monótonos, voces recias que hablan de la historia sagrada, de catástrofes y sucesos sensacionales, de pasiones y de crímenes, acompañan el paso de los campesinos que van de fundo en fundo haciendo las faenas de la estación. Por ahí caminan los Parra también, aprendiendo el oficio del juglar.
Cuando las ramadas se han cerrado y el campo espera bajo la escarcha y el lodo, y los hornos de adobe no humean ya al amanecer, la famila campesina sale a rondar tierras y a aventurarse, pero no como los obreros del norte, más experimentados en conflictos sociales, sino con timidez.

Los Parra cambian de oficio, aunque no de arte, y entran a formar parte de otra caravana de pobres ilusionados que se mueven en carretas con banderines de colores, trajes de luces, espejos mágicos y trapecios.

Son payasos baratos, famélicos contorsionistas, caballitos enanos, perros amaestrados y bailarinas anémicas: es el circo de la provincia que avanza con la carpa agujereada a cuestas.
Llegan al pueblecillo, recorren la única calle metiendo bulla con su banda de cornetas, tambores y bombos. Prometen maravilla y en la noche dan su función ante un público de inocentes que pagan no con dinero, pues no lo tienen, sino con gallinas, frutas, vino...


(1) Bernardo Subercaseaux y Jaime Londoño, Gracias a la vida, Violeta Parra, Testimonio (Buenos Aires: Ed. Galerna, 1976, pág. 20). Las citas no identificadas en las páginas que siguen son parte de este volumen.

Hasta aquí esta 2º parte de Especial de Violeta... continuará.

(Ir a especial de Violeta. Parte 3)


 
En las fotos: 1) Portada de Cancionero de Violeta, publicado en Berlín. 2) Carátul de disco de Nicanor Parra, hermano mayor de Violeta. 3) Violeta y el cantor uruguayo Alberto Zapicán "el albertío", año 1966, en su carpa de La Reina. 4) Carátula de disco de Violeta.

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