Los Poetas Populares de Chile. Autorretrato de Chile. Inicio.


poetas_populares018.jpgEn otros artículos escritos en esta página, mencioné a Nicomedes Guzmán, que otra vez está con nosotros contandonos de su "Autorretrato de Chile" (1974), un artículo de Diego Muñoz en relación a los poetas populares de nuestro país.

Los dejo con una reseña de Diego Muñoz, quién nos relatará sus vivencias con estos poetas...

DIEGO MUÑOZ

DIEGO MUÑOZ (1904) ha escrito cuentos tranquilamente maestros: "Malditas Cosas'"'. También novelas que le señalan como un maduro exponente del género en el país y fuera de él. "La Avalancha", "De Repente" y "Carbón", las dos primeras reveladoras de un virtuoso de la observación del medio, de los hombres y sus reacciones psicológicas; la última, llena de una intención social encomiable. Pero, si le sorprendemos en el ensayo, que sea en aquel que tiene que ver con el instinto del pueblo, alerta en autorrevelaciones líricas. A esto corresponde la presencia de este autor en el presente libro.




LOS POETAS POPULARES DE CHILE.

OCURRE en nuestro país que cualquiera de nosotros se ha hallado o puede hallarse al lado de un ser prodigioso, sin darse cuenta de ello, sin maliciarlo siquiera. Puede ser en los mercados, en los mítines, en las faenas agrícolas, en las minas, a la orilla del mar, en una calle o en el cruce de una vía ferroviaria; porque a cualquiera de estos sitios concurrirá un día, seguramente —si no es que vive y trabaja allí mismo—, algún poeta popular.

"Se me asoma tu nombre", Quelentaro.



Conozco, por ejemplo, a Juan Segundo Placencia, minero de las minas de carbón; a don Miguel Luis Castañeda, pequeño agricultor de Cogotí; a Pedro González, mimbrero de Rancagua; a Francisco Ruz, que fue obrero ferroviario; a don Ismael Sánchez, maestro zapatero; a Roberto Bugueño, joven campesino del valle del Choapa; a José Cornejo Abarca, peón de la Hacienda de Acúleo; a Juanito Herrera Escobar, campesino de Quillota; al sabio don Raimundo Navarro Flores, campesino de Macul; al incomparable don Miguel Pino Pina, viejo minero de El Volcán; a Águeda Zamorano, obrera industrial de Santiago; a Lázaro Salgado, pallador que vive en Valparaíso; a Palmira Sánchez, empleada doméstica; a Camilo Rojas Cáceres, cauchero del Norte, y a cien más, cuya amistad me honra mucho.

Algunos de ellos no saben leer ni escribir; otros aprendieron "por pura curiosidad"; otros pudieron haber aprendido mucho más, muchísimo más, pero la vida los acorraló desde muy niños, imponiéndoles sufrimientos y exigiéndoles el sudor necesario para alimentar a la abuela, a la madre, a los hermanos, a los hijos, finalmente.

Y ahí están ahora, cada uno en su oficio, en su trabajo, dándose tiempo al alba o en la noche, o durante la faena, para enhebrar un verso tras otro, bien medidos y bien rimados, escribiéndolos en la fabulosa pizarra de la memoria, de manera que no se confundan con otros centenares y centenares de versos que tienen escritos allí mismo.

 Patria mía generosa,
lo que  te piden lo das,
desde tu pampa asoliá
hasta la zona lluviosa;
eres la piedra preciosa
que en América se alvierte,
pero yo quisiera verte
sin ni una desarmonía
y espero confiado el día
que Dios mejore tu suerte.

Así lo ha dicho, por ejemplo, Pedro González, enfermo, con los pulmones petrificados por la silicosis que las minas de cobre le dejaron después de veinte años de trabajo. Enfermo, hospitalizado, vuelto a mejorar a medias, trabajando de nuevo y cayendo al hospital otra vez, su hogar se deshizo. Alguien lo ayudó, finalmente, y ahora se halla en cura en un sanatorio, y sus hijos, bajo el cuidado de los amigos.

Cuando yo ando enamorado
naides  me   pone   linderos,
me oriento por el lucero
a  través del enquinchao;
nunca me quedo enredao
en la cama si es ajena,
soy gallo que da dos yemas
y me empino cuando canto;
doy  alto y  cortito el  tranco
pa no enrearme  en la espuela.

Esto lo dijo Luis Polanco, que conoció, de joven, las duras faenas del caliche, que. luchó, más adelante, en una época de sangrientos trastornos sociales y que ahora, cargado de años, pero siempre gallardo, sigue enhebrando versos, como lo hizo su padre, pequeño agricultor de Curicó y famoso cantor.

yo  te  quise honradamente
y nunca hei sido engreído,
pero tú habís preferido
olvidarme de  un repente;
como mi amor fue prudente,

me dejaste en hora mala,
pero  la  que  asi  apuñala
causará su propia  ruina,
que  el que confiado  camina
sin quererlo  se refala.

Estas son las atribuladas palabras que dijera en otro tiempo don Venancio Castañeda, abuelo del joven obrero Luis Castañeda, también poeta.

No  hay  novio  sin  informarse,
no hay dormido sin  su sueño,
no hay propiedá sin su dueño
ni  oración   sin   persinarse;
no hay culpa sin confesarse,
ni viento sin tener aire,
no hay hijo  sin  tener maire,
ni borracho sin alcohol
y  bajo  la  luz   del  sol
no   hay   cantora   sin   donaire.

Estas fueron algunas de las muchísimas advertencias que dejó escritas para siempre la sabiduría de don Abraham Jesús Brito, uno de los más fecundos y geniales poetas populares de nuestro país, pasado ya a la inmortalidad y conocido en otras lenguas.

Este  amor  tan  verdadero
me tiene como hechizao,
muchas cosas hei pensao
sin ánimo lisonjero:
más hermoso que  un lucero
tenis  todito  el  semblante
y como soy fino  amante
yo te voy a declarar
que jamás te han de igualar
¡os rayos del sol brillante.

Con tales palabras, y otras mucho más bellas aún, pudo haber enloquecido de amor a alguna moza campesina don Raimundo Navarro Flores; pero ya era muy viejo cuando empezó a componer versos. Ya no podía trabajar. Ya podía   solamente  —¡bendita  ociosidad   creadora!—  componer  décimas,  en   las  cuales vació sus ochenta años de vida y experiencias.

¡Buena cosa!. . .   ¿Qué hei de  hacer
con  toda  esta  mala  pata?. . .
Dime, Chabelita ingrata,
¿quién  me  podrá  comprender?
¡Te  juro:  te  hei de  querer
pa  re-toitita   la  vía,
te  doy  mi  vaca  paría,
una potranca a elegir,
la  chancha  que  está  al  parir
y  además  todas  sus  crías!. . .

Así habla el "huaso templao y sin suerte" de Alejandro Quintana, de Llepo, ahora obrero industrial que se empeña siempre en hallarle el lado cómico a la vida, pero que suele cantar también con profundo sentimiento y melancolía.

Qué tiempos que están corriendo
la luna, el lucero, el sol;
pregunto al mejor autor
qué años tiene el Padre Eterno;
qué tiempos que está existiendo
la santa Nación Divina;
y   la  estrella   matutina
a cuánta altura estará;
si es un buen sabio dirá
cuáles  son  las  quince  esquinas.

Estas y muchas otras preguntas misteriosas que salen de sus lecturas de la Biblia formula Armando Paredes Espinoza, campesino de San Vicente de Tagua-Tagua, primo hermano de Luis Paredes Palominos, otro de los grandes poetas populares contemporáneos, hijo y nieto de poetas y cantores.

No cuentes nunca en la vida
que he sido un facineroso,
al fin he sido tu esposo
y  tú mi prenda querida,
a mi familia en seguida

has de cambiar de apellido;
con el corazón te pido
este tremendo favor
en esta carta de amor,
en la cual yo me despido.

Son las últimas acongojadas peticiones que un condenado a muerte hace a su mujer antes de ser fusilado, según la interpretación de don Francisco Ugarte, poeta popular de Pupuya, tío abuelo de mi buen amigo el poeta Camilo Rojas Cáceres.

Cuando veranié en  Reñaca
donde  unas viejas pitucas,
comía puras pantrucas
y a veces cazuela é vaca;
como  amarrado a  la  estaca
me  tenían esas focas,
a veces iba a las rocas
cuando  me sacaban pica;
a pesar  de que  eran ricas
comida  daban  re-poca.

Este es el tono de chanza con que canta a veces Francisco Ruz, jubilado ferroviario, amigo y compañero de correrías del que fuera famoso con el nombre de El Ruiseñor Curicano, uno de los juglares más graciosos de nuestro país.

Cuando se acerca el verano
verá lo  que  le  conviene,
ver  cómo  llegan  los  trenes
cargados de  ciudadanos;
a las brisas del verano
vienen  a  darse  un  recreo,
es más bien dicho un paseo,
bien lo tienen merecío:
entre el estero y el río
no  habiendo  como  Llolleo.

Pero tiene otras bellezas y singularidades este rincón de Chile, en donde vive y trabaja el poeta popular Arturo Solís, campesino nacido y criado en ese pequeño paraíso terrenal.

Bajan de los portezuelos
muchos  toros  a  bramíos,
furiosos, embravecíos,
van  llegando  al  arroyuelo;
monto chúcaros en pelo,
lo que sí que con pretal,
en todas partes igual,
yo  soy  puro   campesino,
y  aunque  no  de  los  muy  finos
de  lomo   tengo   un   pegual.

Nadie podía imaginar que este centauro es casi un niño, un muchacho de diecinueve años, Juan de la Cruz Herrera Escobar, cantor "a lo divino" y "a lo humano", buen tocador de guitarra y capaz también de pallar con cualquiera.

Un día el Águila Americana y el Cóndor Chileno sostuvieron un con-trapunto, al terminar el cual dijo la primera:

Al  fin,  bien  claro  se  ve
que sos el  Cóndor  ufano:
cuando  te  pasan  la  mano
te agarras también el  pie;
yo mis huestes mandaré
que  te quiten lo enterado,
harto  tiempo  hei  deseado
gobernar los altos Andes:
sin   sacrificios   muy   grandes
tengo  que   hacerlo  mi  Estado.

Y a tan arrogantes palabras, el Cóndor Chileno  contestó:
Por  fin, yo  soy muy castizo:
ven,  cuando  quieras  te  espero,
también  te  alvierto  que  quiero
tener un hijo mestizo;
hace   tiempo  que  no  piso
y estoy que ya me sublevo,
y   si   nunca   has  puesto   un  huevo
yo  te  hago  los que  quisieses,
y  antes de  los cuatro  meses
ya  tendrís cóndores  nuevos.

Son las palabras finales, las despedidas del ingenioso contrapunto lleno de agudezas, de bizarría y de orgullo nacional, compuesto por el genial poeta popular que fue El Ruiseñor Curicano, parte de cuya obra ha conservado con veneración su compañero de andanzas Francisco Ruz.

Y un  ¡viva Chile! al final,
que es el grito  en este  día
y   saldrá   con   alegría
aunque   lo   pasemos   mal;
el tricolor nacional
nuestro  pecho  hincha   de   gozo
y al  verlo llamear airoso
se  olvida  todo  el  pesar
y se  oye  sólo  gritar
el  ¡viva  Chile  glorioso!

Así   saludaba   un   18   de   septiembre   Águeda   Zamorano,   obrera   industrial de Santiago y presidenta de la Unión de Poetas y Cantores Populares de Chile.

"Lonconao", Quelentaro.



Dejamos hasta aquí esta primera parte de Los Poetas Populares, para ya en el 2º capítulo, preguntarnos ¿ de donde han salido nuestros poetas populares ?.

En la Fotografía: Poetas populares de antaño. En la música, Quelentaro.

Los_quelentaro.jpgReseña de Quelentaro.
Quelentaro se formó en 1960. Sus miembros originales eran Gastón Guzmán, Eduardo Guzmán, Valericio Leppe, Eladio López y Arinaldo Álvarez. Siendo los hermanos Guzmán, nacidos de padres campesinos con ascendencia mapuche, los miembros únicos y estables durante la mayor parte de la carrera del grupo.

Su primer trabajo lo realizan de invitados en el disco Carpa de la Reina de Violeta Parra, quién ayudaría a Quelentaro en sus primeros pasos. Luego de grabar el disco Huella Campesina en el año 1967 el grupo se disuelve pasando a ser Quelentaro el dúo de los hermanos Guzmán.
En la fotografía: Gastón y Eduardo Guzmán.


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