Alonso Ovalle 755, La Peña Chile Ríe y Canta. Parte 4.


En esta Parte 4, contando de la "Peña Chile Ríe y Canta", dejaremos la Revista dedicada a ella, para incluir en este especial de la Peña, una reflexión, "un recordando" los momentos vividos junto a muchos cantantes, poetas, conjuntos folclóricos, escritores y muchos compañeros que asistían a esta Peña de Alonso Ovalle 755.

Los dejo con Carlos Valladares y sus recuerdos...
Nota de FyCCh.: Cuando se publicó en el antiguo FyCCh. este artículo, mi amigo Carlos Valladares, se reunía con este editor y la conversación siempre eran los recuerdos de esos años donde la Cultura, la Música, el estar entre amigos, era una prioridad. 

LA PEÑA “CHILE RIE Y CANTA”   ( para que no la olvides ).



 
 Cuando vuelvo la cabeza hacia aquel tiempo tan feliz que vivimos tantos, 
aquella casona-hogar de Alonso Ovalle 755, algo siento en mi garganta.  No es un nudo, pero se le parece. Me invade, entonces, una sensación de lasitud, cual volutas de un cigarrillo que no quiere apagarse, y los recuerdos inician un desfile interminable.

       Me acuerdo, por ejemplo, del Indio Pavez, “chiloteando” con la estridencia de su canto, mientras el respetable lo mira inmóvil, como hipnotizado, siguiendo cada detalle de su isleña entrega:

                          Ah, chitas que me gustan, las huillincanas,
                          que besan en las tardes y en la mañana…

 

Su hermana, la Quela , como pluma en el aire, despliega su innata condición de bailarina, en tanto su pareja, el Nacho Chamorro, zapatea virilmente una  cueca chilota, pañuelo en mano y corazón al viento.

       Surgen vibrantes y armónicos acordes desde el arpa de Alberto Rey, el legendario maestro chileno, mimetizado ya con esas 36 cuerdas, en tricolor trascendencia.  Canciones, cuecas y tonadas, en mágico esplendor, invaden los rincones de la peña, escapan por Santa Rosa hacia la Alameda , trepan por el Santa Lucía y se cuelgan en la noche del Santiago calavera.

       Puedo escuchar con nitidez a Silvia Urbina, mientras canta El Cautivo de Tiltil o Los Barcos en la Noche, con la ternura “cuncumenina” dibujada en sus labios y una sonrisa de mujer total.

      Bemnedicto_Salinas_piojo_salinas..jpg El humor y la paya del Piojo Salinas, súmmum de “picardía a la carta”, está vivo en mis oídos:

                                   Muy bien, muy bien, muy bien
                                   eso mismo le decía yo también…


                                   Tu dolor me duele, Benedicto “Piojo” Salinas.

       Abro los ojos por un instante, pero vuelven a cerrarse solos. Y continúo en esta danza de evocaciones.
  
     
"Pisquito suave", Piojo Salinas.




Aquí, junto a nosotros, el Trío Lonqui.  El Negro Richard nos contagia con su alegría, mientras Rubén Cortez, el viñamarino, frota el arco sobre las cuerdas de su violín para cantar con Ester González:

                          La Chilenera viene por el camino…
         
Por ese mismo sendero aparece Rolando, con un folclórico canasto de poesía, repartiendo coplas.  Los niños de su escuela, esos “soldados de ojos negros, verdes, azules”, bailan “en el patio”. Canta su maestro una sirilla, una refalosa, una canción, que emerge desde lo más profundo de su imaginación… Privilegiado vate popular.  Su canto se detiene un 4 de febrero:  Rolando Alarcón se ha quedado inmóvil sobre el escenario de nuestra historia.

Desde Talca, Los Patricios, voces juveniles, canto y poesía de la tierra:

                   “Cómeme, perro, me icía…”
                    
                        Declama Enrique Norambuena, mientras la guitarra de Jorge Muñoz ríe y llora, en modo mayor o menor, con ritmo-bombo del Nano Peña y las voces de los hermanos González.  Talca, Romeral, Santiago.

¿Por dónde andarán ahora?  Sólo sé que Jorge partió sin retorno.

         Los braseros chisporrotean debajo de las mesas y don Goyo, el querido anciano garzón de la peña, sin protocolo, descorcha un Santa Helena heladito.  La maestra, Doña Carmen, se acomoda su moño campesino y vigila atentamente: el asado tiene que quedar en su punto.

                   ¿Una copita, maestra…?
                   Gracias, señor.


         María Cristina de Largo, algo inquieta y preocupada para que el espectáculo mantenga el ritmo necesario, se arreboza con su manto negro, y se dirige al público:

         “Son dos jóvenes cantores populares que llevan el folclore en la    sangre:  Señoras y señores…  ¡Mira y Poncho!

Mira%2By%2BPoncho%2Bde%2BGraneros%2BFrontal.jpg 

         El público aplaude con cariño.

“Cargué mi carreta chancha…”
cantan con sus voces de adolescentes, mientras en silencio María Cristina ancla su barca en tierra mexicana y ya no puede volver a reencontrarse ni con ellos, ni con todos.

De repente, se pone de pie el tío Roberto Parada, alza su copa de vino y  lanza por el aire un sonoro “Viva, Chile, mierda…”, con toda el alma. Un corro de contertulios se acopla al brindis:  “Viva, Chile”.  Viva, Chile, repite su voz, y se escapa lejana y quieta como la niebla matinal…

       René Largo Farías saca su agenda con veintitantos años de lucha en defensa de nuestras raíces:  Santiago, Moscú, Ciudad de México, el Retorno, no te quieren, hermano, así es el pago de Chile.  ¿A quién le va a importar tu sacrificio, tu transparente y democrática entrega?  No saben nada.  ¡Necios!

¡Aquí hay un sólido pilar del canto popular y es imposible dañar su estatura, límpida trayectoria que el pueblo avala, reconoce y atesora!

“El Hombre Nuevo” llega cantando sus coplas de futuro en la voz de Nano Acevedo. Al encontrarse  con el payador Pedro Yáñez, levanta su mano derecha, la agita levemente en el aire y se concentra unos segundos para iniciar un contrapunto cordial y jugar con las palabras:

                          Escuche, don Pedro Yáñez,
                          yo tengo voz de chicharra…

                                                      Amigo Nano Acevedo
                                                      por lo derecho de un clavo…


Las payas van y vienen, brotan y florecen desde las gargantas de este par de muchachos, herederos indiscutidos de una tradición que se resiste a morir.

       El poeta Roberto Contreras Lobos dice ¡Presente!  Con voz pausada y el paso tranquilo, derrama versos profundos y pensantes, como los mejores de Francisco Melo, aquél que inexplicablemente decidió marcharse  en la flor de su juventud.

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Viene clareando… tenemos que cerrar… y tenemos que callar.  Y hay tantos otros, ausentes-presentes, tantos que se fueron siguiendo o explorando tal vez la huella de la Viola Volcánica.

       Alonso Ovalle 755, en Santiago de Chile, Peña CHILE RIE Y CANTA… Allí, en noctámbulas tertulias de canto y danza de guitarras, vi transcurrir, con paso presuroso pero feliz, aquello que llaman tiempo.                                             
                                   Carlos Valladares Mejías,  Otoño de 1991.

Fotografías: 1) Carátula de Long Play editado por la Peña Chile Ríe y Canta. 2) Benedicto "Piojo" Salinas. 3) Carátula de Mira y Poncho, de la web: http://nanosepul2007.blogspot.com/


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