Talca, París y Londres. "Refranes y Otros". Inicio.


"Biblioteca Chilena" es el título que lleva una colección dedicada a lo escrito por Oreste Plath, (César Octavio Müller nacido el 13 de Agosto de 1907), colección editada por el Fondo de Cultura Económica de Chile S.A. De estos libros, de la vasta producción investigativa (58 obras), destacan "Folclor lingüistico", "Folclor del carbón", "Geografía del mito y leyendas chilenos", "Folclor chileno", "Folclor religioso", "El Santiago que se fué" y Aproximación histórico-folclórica de los juegos en Chile".
De esta colección sacaremos un escrito, del texto "Folclor Lingüístico Chileno", comenzando con el enunciado explicando el contenido del libro con las palabras de Oreste Plath y siguiendo con uno de los primeros artículos del "Refranero Chileno", una de las divisiones de este libro.


 
Don Oreste Plath, con ustedes...

SIMPLICIDAD, SENSO Y SAL.
Los refraneros son sumas de experiencias, modos de expresarse, de reflejar normas y formas de vida.
El refrán es la observación que se traspasa, que se refiere.
Hay refranes que reflejan el pasado y el presente, que condensan hábitos, costumbres.
salomon.jpgSalomón, rey de Israel, famoso por su sabiduría, conocido como el más antiguo coleccionador de adagios, a los cuales acostumbraba llamar "voces de la sabiduría", recomendaba su estudio profundo como uno de los medios para adquirir virtudes.
¿No habían tenido los griegos por único texto los Aforismos hipocráticos?. En Grecia y en Roma antiguas, su estudio y aplicación servía en la difusión de las doctrinas, morales y filosóficas.
Julio César, en Roma, organizó una colección de proverbios, Apotegmas, aconsejando su estudio y empleo como manantial riquísimo de utilidad y buen consejo para la vida práctica.
Y en medina, ¿no se rigieron los españoles por los proverbios árabes de Avicena?
En España, el Marqués de Santillana ofrece los primeros refraneros en len-gua vulgar y ahí están Los proverbios (1490), y Refranes que dicen las viejas tras el fago (1508).
Por la fama que le dieron estas obras a López de Mendoza Iñigo, Marqués de Santillana, lo llamaron el Marqués de los Proverbios.
En la bibliografía paremiológica(1) española figuran otros autores que no pueden dejarse de citar como el Dr. Juan Sorapán de Rieros (1572-1640), al cual se le debe Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra lengua (1615-1616).
El Dr. Juan Sorapán de Rieros, clásico dietista del siglo XVII, fue médico de la Inquisición, familiar del Santo Oficio y médico de la Real Cancillería. Constituyó su obra con refranes referentes a la alimentación, preceptos de vida higiénica, obstetricia y otros dedicados al vino.
(1) Paremiología (del griego parcimia, proverbio) es, según la definición académica, tratado de refranes.
Y Miguel de Cervantes y Saavedra, que recogiera tanto de la sabiduría popular a través de don Quijote, jamás pierde la oportunidad de citar un proverbio en razón de su importancia. Así dice:
"Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas".
El padre Antonio Delicado, autor de la más vieja colección de proverbios portugueses, Adagios portugueses reducidos a lugares comunes, cuya primera edición es de 1651, los define así: "Los adagios son las más probadas sentencias que la experiencia encontró en las acciones humanas dichas en breve y elegantes palabras".
Los ingleses dan como carácter de los proverbios el tener tres Ssimplicidad, senso y sal.
1.1228141680.la-vega.jpgEl pueblo chileno tiene refranes, dichos breves y sentencias propias, y en ellos exhibe su verdad, su pensamiento, los que resbalan en la conversación.
En esta ocasión se presentanrefranes, comparaciones populares, lolismos y locuciones. Se advierte al lector que no se trata de un estudio, sino que de recoger aspectos del habla que se centran en el campo de la paremiología.
En Refranes chilenos se encuentran frases, acciones refraneadas; en ellas se ha querido buscar, encontrar su génesis, ya que el correr del tiempo las ha ido transformando y han tomado personalidad colectiva. En algunos casos se ofrece más de una versión, por el valor de las variantes, y para mostrar al lector que se escudriñó hasta donde fue posible aportar algunos encuentros.
En esta colecta se comprobarán visibles hechos, acontecimientos que han impresionado a la nacionalidad.
Las comparaciones populares son ideas pródigas en sentido; son proyecciones verbales de cualidad comparativa por las cuales corre la gracia, la donosura y propiedad popular.
Los lolismos, expresiones de la juventud con normas peculiares. Lenguaje de los lolos, lolismos, de la más absoluta propiedad, "la lololalia".
Y las locuciones, frases de referencias precisas, sentenciosas, ejemplario de picardía grato y alegre que no carece de enseñanza y que se consignan por tener las tres S: simplicidad, senso y sal, que para los ingleses constituyen el carácter de los refranes.
ORESTE PLATH.
talca01.jpgplaza.jpgY comenzamos con una frase cotidiana, alguna vez usada por todos nosotros.

TALCA, PARÍS Y LONDRES.
Sobre el origen de este dicho hay varios estudiosos que entregan con entusiasmo sus versiones.
Este se le repite a los talquinos, con un deseo de zaherirlos, ya que en Talca, una sombrerería que dicen perteneció a madame Miguras, tenía en su puerta un aviso que decía: "Sólo hay estos modelos en Talca, París y Londres".
Pero don Francisco Hederra Concha, en Crónicas y anécdotas talquinas (34), relata lo siguiente:
En la calle 1 Sur o del Comercio, donde hay hoy una librería, había una tienda que se señalaba entre las otras por su aspecto diferente y novedosa exhibición de mercaderías. Era como una nota saliente en el desaliño y vulgaridad de las amontonadas tiendas de entonces.
Tras los vidrios de la ventana había un telón transparente de alzar y bajar, en cuyo centro se podía leer escrito en grandes letras, SOMBRERERÍA DE LUJO DE F. BERDINEAU - ARTÍCULOS PARA CABALLEROS, y abajo en la guarda del transparente y en el zócalo de la ventana, TALCA, PARÍS, LONDRES.
(34) Francisco Hederra Concha. Crónicas y anécdotas talquinas. Imp. Itier. Talca, 1927.

Entonces era Talca punto de término del ferrocarril y los pasajeros que venían del Norte o del Sur estaban obligados a pernoctar en la ciudad, y era de todas las tardes y las noches ver gentes desconocidas que miraban con cierta displicencia las pobres tiendas y ambulaban por la calle oscura muy poco transitada.
paris.jpgLa sombrerería Berdineau tenía un amplio ventanal donde se exhibían artículos de novedad y gusto. En la tarde y en la noche aquella ventana profusamente iluminada era de vivo contraste con la de otras tiendas y almacenes. Un verdadero foco de luz llamativo, deslumbrante en la pobre iluminación de la calle y en la parpadeante luz de las tiendas.
La ventana aquella era como un tropezón puesto a la curiosidad, como un aviso de luz al transeúnte, y precisamente eran los viajeros quienes mejor lo sentían y lo aprovechaban, acudiendo a aquella ventana con la esperanza de llenar, de entretener algún rato en la larga y aburrida espera del día siguiente en que tendrían tren para seguir el viaje. Y fue en aquella ventana amplísima, novedosa, bien surtida, donde muchos viajeros leyeron con sonrisa irónica: Talca, París y Londres, y apuntaron en su memoria el ingenuo y petulante aviso de un comerciante francés.
londres_52.jpgTantos lo oyeron y repitieron que al fin llegó a ser una frase popular. En más de una memoria sólo quedó, de la corta y molesta estadía en Talca, la impresión y visión de aquellas tres palabras y el vivo contraste de sus valores.
Entonces Talca tenía fama de orgullosa y altiva. Se había permitido en más de una ocasión, la valentía de elegir sus representantes en el Congreso sin oír las órdenes de la Moneda; había hecho una revolución o levantamiento al Gobierno; un auto de fe quemado en la Plaza pública, una sentencia de la Corte Suprema; contaba con el núcleo más numeroso de radicales entre la gente bien; tenía sentimientos y aspiraciones regionalistas contra el odioso centralismo de la Capital...
Todo esto era motivo para que se le tuviera una especie de inquina y mala voluntad que no perdía ocasión de manifestarse. Se esforzaban por hacer creer que la altivez talquina, era orgullo tonto; su regionalismo, petulancia; su política, terquedad.
El candoroso anuncio del comerciante francés dio una ocasión a esta inquina de muchos y lo convirtieron en un mote burlón, intencionado: ¡Talca, París y Londres! ¡Sólo la fanfarronería talquina podía parangonar estas capitales!
talca06.jpg_catedral_dos.jpgTanto se repitió el Talca, París y Londres que hasta los conductores de trenes lo aprendieron. Aquel señor Marín, que se hacía llamar el rey de las conductores, decía llegando a Talca, ¡París, señores! Y hacían un ademán apropiado a la noticia.
Un buen día, posiblemente una pluma talquina, escribió el mote en un diario de la capital y uno de los de aquí cometió la simpleza de reparar en aquello, darse por aludido y aun protestar, lo que fue suficiente para que lo repitieran y quedara como un gesto de muchacho travieso al viejo gruñón de tan sensible epidermis. Y mientras haya un talquino que se moleste, habrá un majadero o gracioso que lo repita, que lo escriba en un diario, en los muros de la estación, en cualquier parte.

Don Raúl Lara Sepúlveda (35), que rastreó el nacimiento del estribillo, lo encuentra siempre en la ingeniosa propaganda de un comerciante galo que se avecindara en Talca, en los años en que Chile se preparaba para celebrar el primer centenario de su Independencia.
Para este investigador, dicho comerciante francés era don Alejandro Giraud.
the-heart-of-paris-where.jpgÉste se instaló con un establecimiento comercial en la calle 1 Sur, donde sólo se vendían artículos para caballeros. El francés captó el ambiente de elegancia y de riqueza de los talquinos, como también la eterna vanidad de los seres humanos. Importó mercaderías desde Londres y París. Llegaron los más novedosos modelos de finos sombreros, las camisas de cuello y puños duros, las corbatas de finas telas; en una palabra, lo más selecto de la moda europea.
La sagacidad comercial de A. Giraud culminó cuando de un día para otro, en el frontis de su tienda de los elegantes, apareció un monumental tarro de pelo y, debajo, la leyenda: Talca, París y Londres.
Otro, que sabe mucho de Talca, don Augusto Hillmer Gambino, entrega antecedentes dignos de considerar. La relación con el mismo dueño, el ciudadano francés Alejandro Giraud, quien bautizó su negocio con el nombre de "Le Primavere" y habría agregado otra redacción al letrero.
Como dicen los cronistas de antaño, un buen día hubo que dar a conocer la nueva línea de sombreros y vestimentas enviados desde Europa, para la venta en dicho negocio.
Fue aquí cuando él contrató los servicios de un pintor de brocha gorda, a quien le encomendó la misión del caso. Habría que agregar en los muros de la tienda Le Primavere las palabras: Con importaciones desde París y Londres. Nada más. Pero el destino le jugó una travesura al pintor. Allí quedaron escritas por muchos años las palabras con sucursales en París y Londres.
Así las cosas, don Benito Riquelme González (Rigon Benoit), periodista, pintor, historiador, contador de las cosas de Talca, tiene su versión (36), que se ajusta a la que entregó don Francisco Hederra Concha.
Para don Benito, el dueño de la tienda habría sido el comerciante Francisco Berdineau, quien instaló una sombrerería de lujo en 1 Sur con 11 Oriente. Este negociante, dice, fue quien introdujo por primera vez en el comercio talquino la iluminación de vitrinas, por medios rudimentarios, pues aún no había llegado la energía eléctrica.
En el zócalo de la tienda Berdineau, se pintó la lectura: Talca, París y Londres, junto a un tarro de pelo, guantes blancos y bastón, que eran las armas de los caballeros de la época y que adornaban las vitrinas en cuestión.
(35) Raúl Lara Sepúlveda. "Talca, París y Londres", diario El Mercurio. Santiago, 28 de noviembre, 1965. (36) Orlando Gutiérrez Salinas.  "Talca,  París y Londres"  (Cita y foto de don Benito Riquelme González), revista En Viaje N° 470. Santiago, julio, 1973, pp. 4-6.

Cuando parecía configurada la altiva y arrogante frase, que ha dado que hablar en todo Chile y en el extranjero, asoma el poeta y escritor Manuel Gandarillas (37) y cuenta otra versión que corre a cargo de un nuevo comerciante, pero siempre francés, Jean Fierre Querelles, que se avecinda en Talca abriendo una Clínica del Sombrero. Le acompañó una empleada, inteligente, competente. Luego se hizo una experta sombrerera. Al poco tiempo era el alma del taller y manejaba a cinco ayudantes. Hubo tal comprensión que después de un romance hondo y serio se casaron.
londres.jpg_dos.jpgTrasladaron el negocio al corazón de la ciudad, a la calle 1 Norte. Se cambió el nombre a la tienda, la Clínica del Sombrero pasó a llamarse Maison des Chapeaux.
Un día, para San Pedro, Etevine Querelles saluda a su esposo con un paquete de sorpresa. Era una caja que contenía tafiletes franceses en los que se leía: "Fierre Querelles, Chapelier. Talca, maison central. París, Sucursal". Las letras estaban grabadas color oro en los tafiletes.(38)
El hecho constituyó el notición para Talca y el triunfo para Querelles.
Según el vivaz cronista Manuel Gandarillas, los tafiletes enloquecieron a los talquinos. Fue un delirio de grandeza: desde las autoridades hasta el empleado más modesto y el artesano acomodado, empezaron a comprar sombreros en la Maison des Chapeaux.
(37) Manuel Gandarillas. "Origen de una frase célebre.   Talca, París y Londres", diario La Patria. Santiago, 28 de abril de 1974.
(38) Tafilete. Tomó su nombre de una región de Marruecos, denominada Tafil, donde antaño se hacían estos cueros.
Ahora es cuestión de agrado el elegir la versión.
Hay una frase muy chilena, que equivale a engañar en amores, a abusar de la confianza y ella es Jugar a alguno la talquina.(39)
Que en jugar bien la talquina
los talquinos son muy güenos.
(39) Se relaciona la talquina con la ciudad de Talca. Se trata de una confusión entre tarquinada, alusión a la violencia de Tarquino, Sextus Tarquinius, contra Lucrecia.
Esperemos que todos hayan sido honrados en la búsqueda de esta verdad. Dicen que los talquinos habrían asegurado que después de Talca, París y Londres ya no era posible conocer nada mejor. Pero alguien hizo esta paráfrasis:
Londres por su grandura
París por su hermosura
y Talca por su basura. (40).
(40) Versión entregada por don Guillermo Krumm Saavedra.
A raíz del terremoto que asoló a Talca el 1 de diciembre de 1928, el humorista Raúl Simón Bernard, que firmaba César Cascabel, cuando aún no cesaba el llanto, el día 4, escribió un artículo titulado "Elegía", con este comentario:
Sólo dos grandes ciudades quedan en el mundo: París y Londres.
En Santiago, en Ñuñoa, hay tres pasajes, callejuelas que llevan los nombres de Talca, de París y de Londres.
La altivez de los talquinos, la arrogancia, lindante en un desmesurado orgullo, dio origen en una época a una frase que fue broma candente. Y era que los talquinos tenían en la Plaza de Armas enterrada la Canilla de don Quijote.
A fines del pasado siglo las clases sociales talquinas eran notablemente diferenciadas, era tal la diversidad de la comunidad, de los grupos sociales, que en los tradicionales paseos domingueros de la Plaza de Armas la aristocracia, la gente de abolengo, se paseaba por un costado de ese recinto, y la clase media por la otra banda.
Ante la magnitud de esta desigualdad, y como represalia, los paseantes del flanco adverso, para ridiculizar a los aristócratas, dijeron de ellos, despectivamente, que en su reducto de esparcimiento estaba sepultada la extremidad del Caballero de la Triste Figura. De aquí la relación entonces del hueso del personaje de Cervantes con la vida de Talca. Hay que recordar que existen más de veinte ciudades en Europa a las que se le atribuye igual honor y prerrogativas de guardar canillas de don Quijote.
Lo que sí es cierto, es que Talca es la Ciudad del Piduco, nombre asignado por la vecindad de ese río.
A los talquinos se les achaca, sin más razón que a los hijos de otras provincias, el defecto de cambiar la "L" en "R",  burlándose de este defecto con varios decires, entre ellos:
Los sordaos de Tarca, toman cardo con er deo.
Esparda, sordao y barcón se escriben con l'arma mía.
A los sordaos de Tarca
que se fueron para Cardera
les dieron durce de armíbar
en un morde de parmera.

Un ferpa yo les diera
a que no pronuncien mar,
porqu 'es cosa singular
que siendo tan repulidos,
digan: esparda, sirbidos,
firtro, erfín, espurgar.
Hasta aquí esta primera parte de este interesante capítulo de nuestro "Folclor lingüistico", como nos indicara Oreste Plath, en el libro del mismo título.
Fotografías de Talca, París y Londres...

Comentarios

  1. Y despues de esto,Chillan en su plaza tiene la otra canilla del gran Hidalgo.

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