Chile Ríe y Canta. René Largo Farías. Parte 3.


Seguimos con el Nº 1 de Chile Ríe y Canta, la Revista. Diciembre de 1991.
 
Continuamos con el item "Documentos", con un estudio de René Largo Farías, en relación a la Nueva Canción Chilena".
Nos dice la Revista, ya extinguida, "Chile Ríe y Canta"...


En 1977, en plena dictadura y pleno exilio, Casa de Chile, la entidad solidaria de México que dio alero y aliento a la diáspora acogida al asilo de ese pueblo hermano, encargó a Rene Largo Farías la redacción sobre un estudio sobre "La Nueva Canción Chilena".




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La Nueva Canción Chilena.

DE COMO FUE LA COSA EN CHILE.

Cuando se cita de memoria, cuando se está a más de diez mil kilómetros de su tierra, sin acceso a bibliotecas u otras fuentes de información, cuando se está lejos de los protagonistas, es difícil, muy difícil intentar siquiera un esbozo histórico del canto popular en Chile. Lo nuestro es un simple acumular recuerdos, un amontonar vivencias, seguramente con muchas omisiones... pero vale la pena intentarlo.

Digamos entonces que uno de los primeros antecedentes del canto comprometido es la "Cueca de Balmaceda", que escribió "alguien" en 1886:

"Cueca de Balmaceda", Quilapayún.



"Mi vida ganó el ban
gano el bando liberal,
mi vida y el conser
y el conservador cayó, 

Mi vida viva vi
 viva viva Balmaceda.
mi vida cuyo par
cuyo partido triunfó
Triunfó como se sabe
y es evidente;
castigar al pechoño
mi vida por insolente.
 Por insolente sí,
y a los banqueros
 y a los explotadores,
mi vida por usureros.
Seré mientras yo exista
mi vida, Balmacedista..."


 Las luchas obreras de comienzos de siglo dieron tema al poeta Francisco Pezoa para su "Canto a la Pampa", escrito con posterioridad a la horrenda masacre de la Escuela Santa María de Iquique. La música es de una canción llamada "Ausencia", de gran moda en aquel tiempo: "Cómo se han ido volando ingratas, las ilusiones que yo forjé":

"Canto a la Pampa, la tierra triste,
reproba tierra de maldición,
que de verdores jamás se viste
ni en lo más bello de la estación..."

"Ausencia", Charo Cofré.
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Pensamos que otra canción fundamental es "El Copihue Rojo", de don Ignacio Verdugo Cavada, escrita también al despuntar el siglo. Aquí la cosa fue al revés, primero los versos y muchos años después la música, escrita por Arturo Arancibia. 

El copihue , flor nacional de Chile, es al decir del poeta Andrés Sabella "la única lágrima que derramó el fuego". Verdugo Cavada cantó también al copihue rosado y al copihue blanco, milagros casi extinguidos en las selvas australes.
"El Copihue Rojo" es como un lamento mapuche, la voz desesperanzada de una raza:

"El Copihue Rojo", José Véliz en arpa.



"Soy una chispa de fuego
que del bosque en los abrojos
abrió sus pétalos rojos
bajo el nocturno sosiego.
Soy la flor que me despliego
junto a las rucas indianas,
las que al surgir las mañanas
en las cumbres soñolientas
guarda en sus hojas sangrientas
las lágrimas araucanas,
Yo ensangrenté las cadenas
que el indio despedazó,
las que de llanto cubrió
la nieve cordillerana;
yo soy la sangre araucana
que de dolor floreció.
Hoy que el fuego y la ambición
cubren de ruinas el rancho
cuelga la flor de sus ganchos
como flor de maldición.
Y voy con hondo pesar
a sepultar mi pesar
en la selva secular
donde mis indios me esperan
para ayudarme a llorar..."


Las luchas estudiantiles de 1920, la marea política de entonces, la agitación callejera, encuentran una bandera, cantada en el "Cielito Lindo", de Quirino Mendoza, vals mexicano cuya paternidad también se atribuyen el español A. Sedas y algunos latinoamericanos.

"Cielito Lindo, Mariachi Vargas. Vals mexicano.



Los chilenos de hace sesenta años lo transformaron en canto político:

'Va en brazos de la Alianza,
cielito lindo, el gran Arturo,
y es natural con esto,
cielito lindo, triunfo seguro.
Si ay, ay, ay,
Barros Borgoño,
aguárdate que Alessandri,
cielito lindo, te baje el moño.
Una marca de fuego,
cielito lindo, tiene Borgoño,
la de creerse libre,
cielito lindo, siendo pechoño..."


Canciones con olor a medio siglo son también "Río Río", "Yo vendo unos ojos negros"y el "Ay ay ay", de Osmán Pérez Freiré, para hablar sólo de las que se conservan plenamente vigentes.

En 1925 surge un grupo musical que da un vuelco profundo al cantar popular de Chile: "Los Cuatro Huasos" (Raúl Velasco,  Jorge   Bernales,   Fernando Donoso,    Carlos Mondaca). En poco tiempo alcanzan un éxito  espectacular llegando a ser estrellas de primera magnitud en el elegante "Waldorf  Astoria", de Nueva York; sin el apoyo de los actuales       medios masivos de comunicación, porque no existían, logran un sitial increíble en nuestro continente y merecen uno de los famosos "Recados" de Gabriela Mistral. (Ver Gabriela Mistral en F.C.Ch.*)

los_4_huasos.jpg?v=1246907211128"Los Cuatro Huasos" hacen en Chile la revolución de la guitarra y la visten de gran gala. Son "huasos pijes", representan al patrón al dueño de fundo. Excelentes guitarristas, buenas voces. Chile entero empieza a cantar con ellos "Bajando pa' Puerto Aysén", "Niña de los Ojos Claros", y muchas más. "Los Cuatro Huasos" representan, sin duda, una etapa importante del canto popular chileno.

Pero diríamos que el pueblo no llegó nunca a identificarse con ellos, a pesar de su éxito. Después vinieron "Las Cuatro Huasas", y después "Los Huasos Quincheros" y los "Huasos de Algarrobal", y "los Huasos Diablos",... huasos, huasos, huasos.

Y mujeres con vestidos multicolores, de ancho ruedo y enagua almidonada. Nació el "Conjunto Chileno" para consumo internacional, para deleite de turistas despistados.
"El cantar de mi guitarra", Los Huasos Quincheros.

Y para que se entienda bien nuestra postura frente al carácter patronal del huaso, fijémonos en su vestimenta.

Según Oreste Plath: "El huaso posee una indumentaria propia y muy semejante a la andaluza: Sombrero cordobés, faja de color a la cintura, la que combina con los colores de la manta: chaqueta corta blanca, bastante adornada con botones de concha de perla, pantalón ajustado a la pierna, perneras, espuelas que siempre son de plata, zapato con medio taco, etc. Un huaso bien cacharpeado tendrá su caballo propio, al que montará con buenos arreos: Frenos de plata, riendas bien trenzadas, la montura chilena y los estribos de naranjo o radal en los que siempre se ve tallada la roseta arábiga española. A la silla no puede faltar el lazo".

Para que un campesino de Chile llegue a tener todo éso, tendría que trabajar una vida entera de sol a sol...

Así por varias décadas, Chile vivió la larga siesta de la canción de los huasos, una hermosa tarjeta postal a todo color con el monotema del paisaje: el "agüita cantarína", el "caminito agreste", la "montaña nevada", los "sauces llorones", la "carreta chillona" y el "cantarito de greda de Peñaflor". Desde Nicanor Molinare (El cura de mi pueblo), allá por los cuarenta, hasta Doña Clara Solovera (Chile Lindo), nuestro país estuvo adormecido por el arrullo de la "canción bonita".

Hay, por cierto, unos cuantos nombres talentosos en ese largo período: Víctor Acosta (El Rodeo), Fernando Lecaros (Amotuyaney), Luis Aguirre Pinto (Camino de Luna), Lucho Bahamonde (Ende que te vi), Donato Román Heitman (Racimito de Uva Negra), Raúl de Ramón (El Curanto), Francisco Flores del Campo (Dos Corazones), Sofanor Tobar (La Tropillita), Sergio Sauvalle (El Corralero), Willy Bascuñán (El Ovejero), Manuel Lira Silva (Aguacero en año seco), Jaime Atria (La Violeta y la Parra) y unos cuantos más.


Muchos compositores tomaron textos de famosos poetas para sus canciones. Es el caso de Ariel Arancibia que puso música a los versos del rancagüino Oscar Castro (con la excepcional interpretación de "Los Cuatro de Chile"), y el de Armando González Malbrán que transformó en canción "Nunca ya", de Víctor Domingo Silva. Hay mancuernas que dejaron hermosas canciones: Jorge Bernales y Diego Barros Ortíz, Cristina Miranda y Margot Loyola, Daniel Moreno Saavedra y Manuel Lagos del Solar.

En el terreno de los intérpretes no se puede olvidar a una Derlinda Araya ("La llorona" y "El tonto del hueso"), una Ester Martínez (compuso sobre versos de Guillermina Muñoz), a Elena Carrasco "la Criollita" de Chillan, a las "Caracolito", de Linares; a Margot y Estela Loyola, que llenan toda una época del canto popular chileno; a Raúl Gardy ("El Motero"); a Arturo Gatica; a "Los Provincianos" ; los Hermanos Barrientes; "Los Cuatro Hermanos Silva"; a Esther Soré "la negra linda" (figura de gran relieve en la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda), Eliana Moraga, Mirtha Carrasco, Margarita Alarcón, Marta Pizarro, el Dúo Rey Silva, Los de Ramón, Los Hermanos Lagos, el conjunto "Fiesta Linda", de Lucho Bahamonde con Carmencita Ruiz; Los Puentealtinos, Las Dos Alicias, Los Baqueanos, el Dúo Leal- Del Campo, el Dúo Molina -Garrido, Los Hermanos Campos... muchos y son, de seguro, muchos más los que se nos olvidan.

Vicente Bianchi, Tonadas de Manuel Rodriguez.



Ya por ahí por 1960, el director de orquesta y compositor Vicente Bianchi sitúa nuestro cantar a otro nivel cuando pone música a textos de Pablo Neruda. Allí nace la "Música para la Historia de Chile" con el Canto a O'Higgins, el Romance de Los Carrera y las Tonadas de Manuel Rodríguez, que en las interpretaciones de Hely Murúa, Sonia y Miriam, Silvia Infantas y Los Cóndores, alcanzan rápida difusión continental.

Pero todo ésto es canción urbana, aunque huela a campo. Está escrita en la gran ciudad, con el imperativo del disco, de las radios, de la televisión, del espectáculo. La otra canción la auténticamente campesina es estudiada con seriedad por folcloristas como Margot Loyola, la primera y la más alta, Violeta Parra; Héctor Pavéz, Manuel Danneman, Raquel Barros, los integrantes del conjunto "Cuncumén", los del "Millaray", la gran Gabriela Pizarra, Osvaldo Jaque y otros pocos.

1271251270731-Conjunto_Millaray.jpg?v=1271251277655Ellos lucharon y lo siguen haciendo , por rescatar del olvido cantos y danzas tradicionales; solos, rascándose con sus propias uñas, contra viento y marea, han recuperado la raíz de lo que nos define, el moreno perfil que nos identifica. Su muy importante trabajo no cabe en este desordenado y apresurado "acumular de vivencias".

El único baile vigente en Chile es la cueca, que adquiere características propias en cada región de nuestro país. La cueca es la soberana de nuestras fiestas, ama y señora de la enramada... Y viajera. 

Como que se vino en 1885 hasta las costas de Guerrero, en el litoral mexicano, y allí se quedó transformada en "La Chilena", la más importante danza en ese Estado mexicano. La trajeron marineros chilenos que naufragaron en sus costas, pero, con más seguridad, los mineros y aventureros connacionales que emigraron por muestras la fiebre del oro en California, en la mitad del siglo pasado, según nos cuentan.

Cueca Chilena de pañuelo en alto, emparentada también con la marinera peruana y con algún bailecito del Norte argentino y de Bolivia.

La tonada es la expresión musical más popular en el país y su temática es preferentemente paisajista y amorosa. Cueca, tonada ... y paro de contar. Lo demás pertenece al archivo de los recuerdos y es materia para estudiosos.

Está la refalosa que floreció en los salones elegantes de América Latina en el Siglo XVIII y que después dejó la ciudad para transformarse en refalosa campesina. Alguien recuerda a la Habanera que llegó a Cuba afines del siglo pasado y que conserva el aire hispano de su origen. Están el pequen y la sajuriana. Y en las islas de Chiloé surgen naves y sirillas, pavos y malaheñas, el rin y la huillincana, todo un caudal folclórico impresionante al que entregaron buena parte de sus vidas Gabriela Pizarro y Héctor Pavéz.


Y en el Norte Grande hay cachimbos y trotes (con su gran cultor, Calatambo Albarracín), ritmos indígenas comunes a Perú, Solivia, Chile y Norte argentino. Con ellos se incorporan a nuestro patrimonio cultural la quena y el bombo, la zampona y el charango, la caja y la tarka, instrumentos prohibidos por la Junta... calificados de "subversivos".

RADIO+ANTIGUA.jpgEl primer domingo de Septiembre de 1963 se empieza a difundir por una cadena de 40 radiodifusoras "Chile Ríe y Canta" y muchas cosas empiezan a cambiar. No pretendemos ni remotamente ser "el hoyo del queque", pero ese programa radial nuestro empieza a ser el alero donde se cobijan todos, absolutamente todos los creadores que dieron vida a la Nueva Canción Chilena.

Se nos reprochaba y se nos reprocha que diéramos cabida también al llamado folclor comercial, y la tradición huasa; a las danzas típicas de todo el territorio... Y es que así logramos que "Chile Ríey Canta" se mantuviera por diez años cumpliendo su tarea. Los íbamos a celebrar ruidosamente en la semana que empezaba el lunes 10 de septiembre de 1973.

RENE LARGO PARÍAS

CONTINUARA en el Nº 2 Marzo de 1992. Nota de la Revista Chile Ríe y Canta.

*Nota: F.C.Ch. "Folclore y Cultura Chilena".

En las Fotografías: 1) Portada de la Revista Chile Ríe y Canta. Nº1. 2) Gabriela Pizarro. 3) Los Cuatro Huasos. 4) Conjunto Millaray. 5) Radio antigua.

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