Los Corsarios y Piratas en puertos chilenos. Parte 1.



Piratas y Corsarios.

 Los corsarios y piratas asolaron muy a menudo los puertos chilenos. 

La aparición de sus naves en nuestras costas era tenida como verdadera calamidad nacional. La extensión de nuestras costas y la falta de medios eficientes impedían una defensa eficaz y quedaban los puertos a merced del abuso y tiranía del corsario o pirata que les exigía fuertes sumas de rescate (l).

Impresionantes recuerdos nos han dejado corsarios como Drake, Cavendish y el pirata Sharp. El corsario Alejandro Selkirk, abandona­do en la isla Juan Fernández, dio tema a Daniel de Foe para su novela Robinson Crusoe.

 Francisco Drake penetró en 1578 por el Estrecho de Magallanes con tres naves. Al salir al Pacífico se dispersaron dos. Con la tercera —la Golden Hind— atacó las costas de Chile. Al pretender proveerse de agua en la isla Mocha, fue herido en el rostro por una flecha de los indígenas.

En Valparaíso se apoderó del cargamento de oro y vino de una desprevenida nave española. Mientras los habitantes huían despavoridos hacia los cerros, Drake se apoderó del puerto y, como dice el cronista de la expedición, "las iglesias fueron despojadas de sus adornos y reliquias, y los depósitos de la ciudad suministraron toda suerte de ricas mercancías". Estas consistían especialmente en harina, carnes, vino, que estaban almacenados para ser transportados al Perú... 

Siguió al Norte. Al querer desembarcar en Coquimbo, fue rechazado por los habitantes que estaban prevenidos de su llegada.

En el Callao cortó los cables a unos doce navíos que estaban amarrados al muelle.

Siguió al Norte apresando buques y saqueando pueblos. Frente a California se detuvieron para reparar algunos desperfectos de la nave. Los indios de la zona les rindieron pleitesía y proclamaron a Drake, "Rey de esas tierras".

Intentó encontrar por el Norte un paso hacia el Atlántico, pero las inclemencias del tiempo le aconsejaron no exponer la salud de sus hombres ya tan azotados por tanto trajín. Por eso tomó la ruta del Oeste para llegar a Inglaterra por Oceanía, en noviembre de 1580.

El pirata Bartolomé Sharp, después de un fracasado intento de apoderarse de Panamá, había logrado capturar la buena nave española Santísima Trinidad y al mando de ella se lanzó al Sur en demanda del puerto de Arica. No pudo desembarcar en dicho puerto por estar muy bien defendido. En vista de ello, Sharp se lanzó al Sur en demanda de La Serena..

Días antes —7 de diciembre de 1680— había sido nombrado Teniente corregidor del partido de Copiapó y Capitán de Guerra, un experimentado oficial de la guerra de Arauco, don Juan Francisco de Arraño Chacón, con el especial encargo de militarizar toda la gente de a caballo dentro de su jurisdicción para proteger la costa contra cualquier intentona de desembarco de corsarios o piratas.

 Sharp, escondiendo el barco cerca de Coquimbo, desembarcó una cuadrilla de treinta y cinco arcabuceros, creyendo que sería una fuerza más que suficiente para tomar por sorpresa la ciudad de La Serena. Pero los serenenses, gracias a un sistema de humaredas y fogatas, desde un mes atrás estaban sobre aviso de la cercanía del pirata.

Mientras los unos escondían o enterraban sus tesoros, toda la gente de pelea, según las indicaciones dadas por Arraño a José Collarte, corregidor de La Serena, salió a esperarlos. El choque fue violento. Los "demonios del mar" —como eran llamados los piratas— pese a lo reducido de su número, atacaron con tal furia que pusieron en completa confusión a los españoles que huyeron a la desbandada. 

Sharp avanzó sobre la desierta ciudad. Al decir de Ringrose, el pirata cronista, "grande fue la admiración de los invasores al encontrarse en un pueblo tan próspero como hermoso con sus espaciosas calles, rodeadas de quintas y emergiendo como un bosque los campanarios de sus siete iglesias. Cada casa poseía un huerto y un jardín y se hallaba tan limpia y bien amueblada como las propias de Inglaterra...".

 La ciudad se hallaba completamente desamparada. Por un monje viejo y por un esclavo negro supo Sharp que los fugitivos se hallaban en un valle vecino. Contra ellos envió una columna de cuarenta hombres al mando de su contramaestre. La expedición fue infructuosa. Volvió trayendo solamente a una india vieja y dos muchachitos. Pero, al día siguiente, se le presentó el Corregidor derrotado con bandera de parlamento. 


Entre un tira y afloja llegaron al acuerdo que la ciudad sería devuelta incólume a sus habitantes, y que éstos pagarían un rescate de 95 mil pesos de ocho reales, al día siguiente a una hora señalada. En realidad los españoles no pensaban pagar, sino sólo ganar tiempo. Por la noche enviaron un indio chango con unos cueros preparados con azufre y pez para prender fuego a la Santísima Trinidad.

Los piratas lograron reducir el efecto de prevenidos. En Iquique se apoderó de unas barras de plata, cuyo cuidador se había dormido. Poco más al Norte, se apoderó de un rebaño de llamas que cargaban cada una unas cincuenta libras de plata en polvo. El cronista escribe con todo desparpajo que echaron a los botes llamas y carga. las llamas y en represalia, al día siguiente incendiaron la ciudad. "Quemamos, dice fieramente Ringrose, tan completamente como nos fue posible cada una de las casas de toda la ciudad, habiendo despachado antes a bordo cuanto pudimos saquear en ella".

A principios de 1579, se apoderó en Arica del cargamento de tres barcas, consistente en lingotes de plata y otras mercancías,


Como amargo recuerdo de esta incursión de Sharp quedó la frase que se gritaba en Santiago al saberse el desembarco de los piratas en Coquimbo: 

"¡Llegó Sharp a Coquimbo! , frase que luego derivó en: ¡Llegó charqui a Coquimbo! para significar sorpresa por la presencia repentina de cualquier persona bulliciosa y alborotadora.

* Aquí una versión completa de este giro. Autor Oreste Plath.

¡ Llegó charqui a coquimbo !

La explicación de este giro se encuentra en el hecho histórico de la llegada sor­presiva del almirante inglés Bartolomé Sharp a Coquimbo, en 1680. El 13 de diciembre llegó el pirata a Coquimbo, atacó y tomó al día siguiente la vecina ciudad de La Serena.

Varios piratas continuaron asediando la costa de Chile durante los decenios siguientes. Y el avistar a algún barco pirata era para los coquimbanos el nom­bre de Sharp el que pronunciaban: ¡Ahí viene Charp! Y así habría nacido Llegó Charpe a Coquimbo.

Cuando se olvidó el nombre y no se comprendió el adagio, se cambió Charpe en chaqué y charqui,

Y según don Benjamín Vicuña Mackenna, de aquí vino el pintoresco refrán de decir por los sujetos que llegan de improviso y con alegría o atolondramiento a un paraje o un hogar: ¡Ya llegó Sharp a Coquimbo!

¡ Llegó charqui a penco !

Nada tiene que ver con el pirata Sharp, sino que con el buen y sabroso charqui de La Florida, de Ñipas, de Coelemu, de Itata, que llegaba a Penco.

Dice el historiador Fernando Campos Harriet:(25) "La verdad es que el dicho recordaba todo lo contrario; que algo bueno había llegado a Penco. Y eso bueno había sido precisamente el charqui. Por eso cuando una niña bonita aparecía en los bailes penquistas y vehementes galanes la rodeaban, más de algún viejo envi­dioso y haciéndosele agua la boca, exclamaba ¡Llegó charqui a Penco!".

Fotografías: 1) Francisco Drake, el corsa­rio inglés que con su nave Golden Hind, después de azotar las costas de Chile, diera la vuelta al mundo. 2) Nave pirata. 3) Desembarco de piratas. Dibujo de Coré, ilustrador chileno, Mario Silva Ossa, de la Revista El Peneca.

(1) El corsario era un simple particular que obtenía la patente de corso, es decir, permiso del Gobierno de su país para molestar y perjudicar a los Estados enemigos del suyo.

Al entrar España en lucha con Inglaterra, Holanda Francia, estos Estados procuraron molestar y entorpecer la vida y comercio de las colonias españolas, autorizando a sus marinos el saqueo de los puertos y robo de los barcos. Los beneficios de estos pillajes se repartían entre los corsarios y su Gobierno.

Los piratas y Filibusteros eran verdaderos salteadores del mar, que realizaban robos y saqueos por cuenta y riesgo propios. Entre ellos había gente de todas las nacionalidades. El campo de sus fechorías fue, de preferencia, la región de las Antillas.

Los filibusteros eran marinos osadísimos, que usaban ligeras embarcacio­nes. En bandas de 20 a 30 hombres, recorrían los mares atacando todo barco que calculaban desprevenido o largándose sobre cualquier lugar de la costa que ofreciera ocasión de botín.

Un gran centro de piratas y filibusteros fue la isla Tortuga, situada un poco al norte de Haití.

(25).Fernando Campos Harriet. Leyendas y tradiciones penquistas. Editorial Orbe, Santiago, 1974.

Bibliografía: a) "Chile en la Historia", Junio 1980. Autor, Manuel Acuña Peña, Salesiano, Profesor de Historia y Ciencias Sociales. Liceo Juan Bosco. Editorial Salesiana.

b) "Folclor lingüistico chileno" de Oreste Plath. Edición corregida y anotada por Karen  P. Müller Turina. Fondo de Cultura Económica Chile S.A. Paseo Bulnes 152. Santiago, Chile.

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