Ciudad de Santiago. Parte 5.

Hace poco estabamos en Santiago, contando algunas historias de nuestra ciudad, hoy seguimos en esto pero con la mirada de Hermelo Arabena, en un libro de la desaparecida Editorial Nascimento (de don Carlos Nascimento), que tuvo la osadía en esos tiempos, de publicar a nuestros autores y es así como afortunadamente podemos llegar a ellos y conocerlos.

Ya había publicado de don Hermelo, que junto a su hermano René son asiduos a estas páginas de FyCCh. con sus artículos que es un placer releerlos y "empaparse" de nuestro idioma bien redactado...

En su libro "Romances de calles viejas", el prólogo escrito por su hermano René nos dice: 

"Siempre hemos pensado amable lector, que las calles tienen alma y sienten como nosotros. A través de más de cuatro siglos de existencia cuanto no saben ellas de la historia de Santiago del Nuevo Extremo. Todas se identifican con la tradición y con la estructura formal de la ciudad. Se han remozado, pero son las mismas que crecieron entre el cerro de Santa Lucía y las aguas turbulentas del Mapocho, con la sola diferencia que, a medida que pasaron los años, han ido enriqueciendo el alma que infundieron en ellas los conquistadores".

Vamos con la Ciudad de Santiago...





Plaza_de_armas_1872.png 
ROSTRO DE SANTIAGO.

Plazuelas y calles viejas
de enrevesados diseños,
náufragas sombras remando
en la corriente del tiempo.
Al buscaros afanoso
donde estabais, no os encuentro:
tenéis tan cambiado el rostro
que de vosotras recelo.
En vuestro primer latido
lucisteis nombres soberbios
de héroes e hijosdalgo
que a vuestro amparo vivieron.
Calle Alonso del Castillo (1)
¿dónde está tu altivo dueño?
¿Y el solar de Pero Gómez (2),
brazo indómito del tercio?
¿Y el licenciado Pastene (3),
docto en latines y pleitos?
Tanto amaron este valle
que con su arrojo vencieron,
que en sus entrañas dejaron
sangre, músculos y huesos.
Animador de tus justas,
alarife de tus sueños,
en mi ronda temerosa
se me escapan tus linderos,
inconocible y cambiante
Santiago del Nuevo Extremo.
1897_antiguos_1.jpg¿Dónde hállame, capitán
Pedro de Valdivia egregio,
de tus tierras descubiertas
los ricos repartimientos?
¿Y tu chacra del Mapocho
que diste, galán espléndido,
a Inés Suárez, tan henchida
de dones como su cuerpo?
Entre vueltas y revueltas
en tu hechizo me detengo:
te saludo con la pluma
del chambergo, mano al pecho.
Escribano de tus gracias,
de tu ardor encomendero,
a tu pasado azaroso
con capa y estoque vuelvo,
ciudad del "Huelen" heroico
y de los Andes austeros.

1899_esmeralda_sta_teresa.jpg¿La calle de Los Trapitos (4)
será esta que ahora veo?
Me topo con la de Afanes (5)
y en la del Peligro (6) tuerzo,
Después de tantas centurias,
con sangre de aventurero
voy rehaciéndote a trazos
en el plano de mis versos.
Anchura de doce varas
lucen tus calles. Pequeño
campo para tus proezas
y gloriosos devaneos.
Despiertas con el temor
de algún sedicioso enredo,
o bajo un zumbar de flechas
con estallidos de incendio
en que arden, zarza diabólica,
las frondas de los canelos.
Y reposas sin más lumbre
que la bondad de los cielos,
con la luna adormecida
en zanjas de tajo abierto.
Frágil adobe sencillo,
ingenua paja del techo,
¡cómo ríen de vosotros
los araucanos traviesos!
Batallando con rudeza
contra el rigor de los tiempos,
tu capitán el ladrillo
derrota al adobe viejo.

desde_cerro_san_cristobal_2010.pngY arrancando a la montaña
vecina vigor y nervios,
con piedra de sillería
la Catedral alzas luego.
Al rondarte sigiloso
me envuelves en tu misterio
recóndito y otra vez
en tus recodos me pierdo.
¿Cuántos siglos han pasado?
¿Deliro o estoy despierto?
"Ya me voy a mi retiro
a dormir sin tener sueño.
¡Ave María Purísima!
¡Nublado!" —canta el sereno.
Sólo paredes de bruma
se deshacen en mis dedos
y la oscuridad sepulta
tu leyenda en el silencio.
II
No iluminan ya tu Plaza
Mayor indígenas truenos,
ni estremecen el "Huelen"
bravuras de mosqueteros
cuando a caballo embestían
a los nativos soberbios.
En vez del ronco estampido
de arcabuces y morteros,
la Tarasca abre a los niños
su enorme boca de fuego
en la procesión del Corpus,
espantando a los incrédulos.
En lugar del estertor
de conjurados arteros
que inmovilizó la horca
y hasta la lengua del pueblo,
los bailes de gigantones
con su burdo contoneo
alegran las romerías,
indicando que está quieto
el díscolo vecindario
y el Cabildo satisfecho.
Despreciando, varonil,
cortesías y requiebros,
la guerra, fiel al monarca,
huye del Mapocho lejos.
La villa toma carácter.
Rogativas. Jubileos.
Escalar de algún doncel
por el balcón de su anhelo.
Siesta del Gobernador
en tibio sillón frailero.
Mate de las Agustinas,
con danzas y chicoleo
de las mocitas que estudian
al calor de su convento.
Penar de reales cédulas
en la Audiencia, hecha un infierno
con las quemantes denuncias
contra un corazón enfermo
de lujuria: la Quintraía,
sádica flor del deseo.
Cansado de soportar
de tantas culpas el peso,
a Dios implora perdón
Santiago del Nuevo Extremo.
Vanas son sus penitencias,
endebles svis sentimientos
de conversión y de enmienda:
su mal no encuentra remedio.
Las plagas y terremotos
tienen la villa en un credo
y hasta increpan a San Judas
los frailes en cada rezo.
¡Droga heroica de los sismos
contra penas del Averno!
¿Es posible que protejas
a pecadores e incrédulos,
ocultando su conciencia
entre adobones espesos?
III
alameda_san_fco_y_torre_entel_1999.pngTropel extraño resuena.
Brillan lanzas en el cerro.
Un bandera en los aires
y la Cruz mirando al cielo.
Comienza a vivir el valle
la maravilla de un cuento.
De la nada surgió entonces,
afirmándose en el tiempo,
el perfil del caserío
humilde, y después espléndido.
La Iglesia Mayor, la casa
del magnífico don Pedro
de Valdivia y el Cabildo
forman un trío perfecto.
Más tarde aparecerán
los palacios y los templos
de cuya altiva prestancia
hoy sólo queda el recuerdo.
¡Oh, linajudas mansiones
de títulos altaneros!
La vanagloria del siglo
de las luces y el progreso,
una a una fue arrasándolas
con sus piquetas de fuego.
pte_de_cal_y_canto_1767.pngEl Puente de Cal y Canto
con sus tajamares recios
que escoltaban al Mapocho
en galante serpenteo,
los tornó la dinamita
en cenizas de desprecio.
Y la "Casa Colorada",
desde la que don Mateo
de Toro salió a escuchar
el grito: "¡Junta queremos!",
es hoy santuario invadido
por baratillos plebeyos.

¡Santiago, Apóstol y Mártir,
sosténme, que desfallezco!
Como antaño, en tu ciudad
gigantones hay por ciento.
¡Sí! Pero son gigantones
enormes de rascacielos
que roban el aire puro,
en su volar, a los sueños.
Todo es mole. Disonancia.
Violencia. Locura. Estrépito.
Se escapa a la Cordillera
la urbe, buscando sosiego.
De su foco aturdidor
monjas e hidalgos se fueron
y la Alameda de antaño,
con sus álamos esbeltos
y suave canción de acequias,
risa en las copas del viento,
es hoy embriaguez de tráfico,
racha febril y agrio ceño,
cementerio de automóviles,
metro, túneles, cemento.
Donde manos Agustinas
cultivaban sus viñedos
para el santo sacrificio,
alza la Bolsa su estruendo.
¿Qué hiciéronse las siluetas
de tus portones señeros,
cuyas rejas se entreabrían
en las sombras con un beso?

santiago-chile_y_cordillera.jpg

El que ayer era tu rostro
es ahora tu reverso
y caos arquitectó, ni•co
tu estilo español severo.
En tu alterado paisaje,
Santiago del Nuevo Extremo,
sólo dos cosas antiguas
se dibujan en mi espejo,
iguales a las que viste
cuando tus calles nacieron:
la inmutable Cordillera,
ceñido el plateado yelmo,
vigilando como antaño
tus contornos hechiceros.
E impasible ante la euforia
de luces y rascacielos,
perdura siempre en tu imagen
—joya de virgen destello
que obsequió a su fundador
el valle sumiso y tierno—
la corona con que Dios
bendijo tu rostro bello,
engastándote en las sienes
un cielo siempre sereno.

(1) Calle Alonso del Castillo, hoy del Mosquete*. En los primeros años de la dominación española, esta calle llevó aquel nombre por haber vivido en ella el Mayordomo del Real Hospital de "Nuestra Señora del Socorro" y Escribano del Cabildo de Santiago, Alonso del Castillo, 1577- 1591 (Actas del Cabildo, tomo II, pág. 496).
 
(2) Calle de Pero Gómez, en la actualidad de las Monjitas, debido a haberse erigido allí los claustros e iglesia de las religiosas Clarisas de Nuestra Señora de la Victoria. En la segunda mitad del siglo XVI había sido conocida como calle de Pero Gómez, expedicionario que acompañó al Capitán Pedro de Valdivia en la conquista del Reino de Chile y en la fundación de Santiago, 12 de febrero de 1541 (Actas del Cabildo de Santiago, tomo II, págs. 345 y 346).
 
(3) Calle del "Licenciado Pásteme fue denominada la que hoy se llama de San Antonio, por haber tenido su vivienda en ella Francisco Pastene, hijo del Almirante genovés Juan Bautista Pastene, abogado en 1558 y uno de los hombres más letrados de entonces. Varios años después, las doncellas santiaguinas que acudían por este callejón al Convento Franciscano a implorar a San Antonio de Padua un esposo cristiano y apuesto, empezaron a llamarlo con este último nombre y con tilas también el pueblo.
 
(4, 5, 6) Calle de los Trapitos, de Afanes y del Peligro. Estos nombres, puestos por el pueblo y otros más no menos curiosos, aparecen registrados en el Conservador de Bienes Raíces de Sanliago, como anota el prolijo investigador don Tomás Thayer Ojeda en su obra "Santiago durante el Siglo XVI" (Imprenta Cervantes, 1905).

Fotografías: 1) Portada del libro "Romances de calles viejas". 2) Plaza de Armas 1872. 3) Año 1897, antiguos habitantes de Santiago. 4) Año 1899 Esmeralda con Santa Teresa, Santiago. 5) Vista del Cerro San Cristobal, año 2010. 6) Alameda, Iglesia San Francisco y Torre Entel, 1999. 7) Puente de Cal y Canto, año 1767. 8) Santiago y Cordillera de Los Andes. De la web: http://conaireamatista.blogspot.com/

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