A 110 años del natalicio de Oreste Plath, el escritor fértil del pueblo.

Nuestro querido folclorólogo, escritor y amigo de estas páginas Don Oreste Plath, que nos deleita y nos hace conocer el folclore urbano y también de todo nuestro país, cumple 110 años de su natalicio y ya todos los medios de comunicación dedican sus espacios a artículos referente a su quehacer en el siglo XX, donde dedico parte de su vida a escribir de nuestras costumbres, mitos, leyendas, folclore, comidas, juegos, cantos, pregones, locuciones, "disparates", etc.

Acá La Estrella de Valparaíso, donde escribió muchos de sus artículos, le dedica en su página de Actualidad, unas columnas...

Guillermo Ávila Nieves
guillermo.avila@estrellavalpo.cl

Sonriente, se dejaba acompañar sólo de "Cecilia Bolocco" y "Paloma San Basilio". Así llamaba a sus dos muletas. Era marzo de 1995.



 En el otoño de su existencia, con 87 años, ni siquiera aquel imprevisto costalazo que lo dejó a mal traer en Concepción, impidió que este titán criollo de las letras siguiera adelante con lo que más le apasionaba: empaparse de la calle. Relatos.
Siempre despierto nunca dejó de mirar y anotar. Jamás callaron sus voces. De esa cabeza, descargaba un mundo fértil ilimitado de historias pintorescas. Curtidas a la tierra. Con la picota y pala al oficio. Y a mano o máquina sobre una tablilla colocada tan en alto como él.
"He estado en los hondones y las alturas de esta tierra. Y he tratado de interpretar el alma y paisaje del país", su reflexión atemporal.

Un año después de su santo 'Palomo Boloccazo', "Oreste" se presentaba así en una última entrevista a El Mercurio, antes de su reposo definitivo, un 24 de juiio de 1996: "Aquí estoy con una senectud ni lozana ni decrépita. He sido un investigador víajero. Escribo todos los días...".

Oreste Plath, aquel prolífico escritor y poeta del Chile profundo, que impuso seudónimo en memoria de una cuchillería alemana de niñez (en el mango decía Plath) y el mito de la tragedia griega de La Orestíada, tenía un por qué ("¿le suena Pablo Neruda y Gabriela Mistral?", decía):
consideraba que su nombre, César Octavio Miller, parecía un regimiento en desfile, como confirmara tarde al diario La Época.

Lo que no supuso es que a su nuevo alter ego lo confundirían al fonema con... Arturo Prat. A paso cansino, por aquel tiempo con la mira -y tinta- puesta en un nuevo mikenio que no conocería, se dio maña para lanzar dos de sus últimas obras, a plena lucidez: "Olografías" y "A Giménez se paseaba por el alba".
Este hombre, que aprendió más de la vida en terreno que por los libros y en los cafés que las tapas duras, como reconocería a la modestia, este 13 de agosto, cumple 110 años de natalicio (1907-1996).

Karen Müller Turina es su hija. Radica en Santiago. Cancerbera de las artes, resguarda ese mágico legado de su progenitor al patrimonio vivísimo como santo grial. Un contacto a distancia nos permite tocar a una puerta en retrospectiva; una de quien fuera genio y figura autodidacta. De culto.

Así, Karen nos da luces. Hurgar hasta la inocencia. Oreste Plath decía: "Mi niñez fue un continuo vagar por algunos países americanos y un oír hablar permanentemente de un país llamado Chile que se fui compenetrando en lo individual hasta tener un sentimiento de vigencia. Regresé adolescente y nací a las letras en 1929. Me bauticé. Me puse óleo y crisma llamándome Oreste Plath Y fueron apareciendo mis libros. Interesado por le folclore, me fui por los caminos del pueblo y a paso lento adquirí experiencia". Y compromiso social.

Plath no se consideraba un escritor estilista. Tampoco literato. más bien era "folclorólogo". De sí mismo, al papel, como epitafio, añadía en seco: "Yo soy una máquina fotográfica. A esta literalidad la llamo 'santidad de texto'. Yo trabajo con lo procaz, con el disparate, cosas que a usted pueden parecerle groseras, pero no lo son".

Intervalo.Volamos al tiempo en que todo se hacía a pulso apasionado. A la vez que paciente. El poeta y miembro de ¡a Academia Chilena de la Lengua, Juan Antonio Massone, evoca sensaciones al natalicio de Plath, de primera mano: "Los destellos de su personalidad acuden como una presencia, que el óxido temporal llamado olvido-tan presto y tan veloz- no consigue rebajar la memoria, de quienes pudimos compartir un ramo de su biografía".

De acuerdo a Paulina Váleme, periodista y escritora del libro ¿Hay alguna flor que se come, cuatro grandes penas invadieron la vida de Oreste Plath: que lo echaran del Club de la República, por no pagar las cuotas; el despido como director del Museo de Arte Popular Americano de la Universidad de Chile; no conocer la Antártida y la trágica muerte de Josefa Turina Turina (Pepita Turina}, su querida esposa.

Conexión Puerto.

Su huella nos lleva a donde empezó: las instalaciones del edificio en el cual-
na este humilde recorda¬torio. Oreste Plath tuvo un nexo espe se confecciona este humilde recordatorio. Oreste Plath tuvo un nexo especial con Valparaíso. Se consideraba porteño, pese a nacer en la capital: palpó en carne y mente una entrañable década (1927-1937) al libre deambular entre aquel Pacífico y esos cerros únicos que eran su "puro Pancho", como acuñaba.

 



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