Música Popular Chilena. Parte 17, Casas de Canto.




Casas de Canto.

"En celebración del aniversario del 21 de Mayo -señala un decreto municipal de Valparaíso del 19 de mayo de 1900-, la alcaldía acuerda conceder permiso para cantar el domingo 20 y lunes 21, hasta las doce de la noche, en las casas de negocios que estén provistas de la patente respectiva, debiendo guardarse el orden debido." (544)

Así comienza la introducción, para ingresar a las Casas de Canto, los textos aparecen en el libro "Historia Social de la Música Popular en Chile, 1890-1950".

 Libro de Juan Pablo González y Claudio Rolle. Ediciones Universidad Católica de Chile. Año 2005.

Complementando el escrito con los textos del libro recopilatorio "Los discos 78 RPM de Música Popular Chilena" de Juan Astica, Carlos Martínez y Paulina Sanhueza. Publicación Financiada por Fondart. Año 1997. Libro que tiene un artículo en esta misma página.




Comenzamos con, Las Casas de Canto...
 


El antiguo salón decimonónico proyectaba también su impronta hacia el siglo XX chileno con la casa de canto, definida por Agustín Ruiz como un "establecimiento comercial atendido por una familia de músicos populares, que ofrecían, junto con los espaciosos recintos de su morada, lo mejor de su repertorio musical y culinario".

 Se trata de un espacio semipúblico, comercial, pero sin publicidad, por lo que no tiene cobertura medial, pasando desapercibido en la prensa de la época. 


"La Palomita". Tonada. Intérpretes: Trío Frú Frú. Fonografía Artística 2456c, año 1920.


Además, mantenía cierta ilegalidad, como señala Cristina Cárter, pues no tenía patente para vender alcohol y, sin embargo, se preparaban pomposas cazuelas de champaña con frutas en unas enormes poncheras de cristal servidas con relucientes cucharones de plata. (545).

Las casas de canto funcionaban en la noche y eran visitadas después de una fiesta o a la salida de los teatros por personas conocidas o enviadas por algún conocido de la casa, prolongándose la tertulia hasta la madrugada.

La atracción principal eran las cantoras de valses, polkas, tonadas y cuecas, como las antiguas Petorquinas, o las más modernas Hermanas Orellana y Las Caracolito -Amanda y Elsa Acuña-. Estas cantoras, que podían ser las dueñas de la casa, conjuntamente animaban trillas, rodeos y fondas, e integraban elencos itinerantes de saínetes y cuadros criollos, copando el mercado de trabajo para una cantora chilena de las primeras décadas del siglo XX. (546).

"La santiaguina". Cueca. Intérpretes: Trío Frú Frú. Fonografía Artística 2170c, año 1915.

En las casas de canto también se hacían bailes de salón folklorizados y se cantaba música lírica, cuplé y otros géneros de moda, gracias a la presencia de cantantes y cupletistas que concurrían a ellas a comer, beber y divertirse, después de sus actuaciones. Distintas a las casas de baile, comunes en el Buenos Aires de comienzos de siglo y de mala reputación, las casas de canto chilenas eran recintos más respetables, a los que acudían familias, parroquianos, intelectuales, artistas, políticos y hasta presidentes de la república, que participaban animadamente de la tertulia.

El padre de Margot Loyola, Recadero Loyola Marabolí, "buen mozo y chinganero fino", frecuentaba casas de canto de Linares como la de Las Pata'e Gallina y Las Peligro. En 1914 asistía a la de la Lastenia en Temuco, que tenía un hermoso salón tapizado en rojo, con piano, arpa y guitarra, donde se bailaba polka y mazurka.

En Santiago, se destacaron las casas de canto de Ismael Cárter en la calle San Francisco y en el barrio de Recoleta, que se mantuvieron funcionando de modo intermitente entre 1908 y 1942; de Genoveva Cárter en la calle Tocornal; y de Petronila Orellana, dueña de una de las últimas casas de canto de la capital, ubicada en el barrio Pila del Ganso.

En la década de 1890 se destacaba en Valparaíso la casa de Las Pan de Huevo -las hermanas Adelaila, Juana y Manuela Donoso- cerca de la Plaza Victoria, donde servían chocolate con pan de huevo y cantaban con arpa y guitarra.

"Las brisas del mar". Vals. Trío Frú Frú. Efraín Band 2111c, año 1915.

También se organizaban casas de canto itinerantes, como las de Las Caracolito y una, dirigida por Ismael Cárter, que se presentó en el norte de Chile y en Bolivia. Las veladas en la casa de Ismael Cárter las amenizaba el trío Fru-Fru, formado hacia 1914 por los hermanos Ismael Cárter (ca. 1887-1973) en canto y piano, Genoveva Cárter (1891-1961) en primera voz, arpa, guitarra y mandolina, y Cristina Cárter (1889-1930) en segunda voz y guitarra, recibiendo repertorio de su madre, Margarita Soto.(547).


Los conjuntos familiares eran habituales en las primeras décadas del siglo, debido a la costumbre de hacer música en casa y a la tendencia de las cantoras campesinas a cantar en dúos de hermanas, lo que les permitía protegerse mutuamente en el ambiente público de diversión.

En la canción popular de las primeras décadas del siglo XX, se destacaron los conjuntos familiares de Osmán Pérez Freiré, su esposa y sus dos hijas; el de Víctor Acosta, también con su esposa y sus dos hijas; y el de Armando Carrera con sus tres hermanas. Así mismo, Cora Santa Cruz, junto a sus hijas Sonia y Myriam, formaban un importante número vocal en radios y boites chilenas de la década de 1940.

El trío Fru-Fru había elegido su nombre de un popular vals-canción de Henri Chateau de la obra teatral francesa Frou Frou, aparentemente introducida en Chile por Sarah Bernhardt (1844-1923) en su gira de 1886 por Valparaíso, Santiago e Iquique.

La partitura de "Frou Frou" para canto y piano fue publicada en 1907 por la Compañía Cervecera Valdivia como ejemplar de propaganda. "Frou Frou", onomatopeya del sonido de la seda al caminar, hacía furor en Santiago en la década de 1910, manteniéndose vigente por varias décadas, pues Libertad Lamarque lo incluyó en su película Puerta cerrada (1939), lo grabó en discos Víctor, y lo cantó en el Teatro Baquedano en su visita a Chile en 1944. También era interpretado por Armando Carrera como parte de sus improvisaciones al piano. (548).


En la discografía recopilada por Astica et al, figuran dos discos del Trío Fru-Fru grabados por Fonografía Artística, el primero con las canciones "Consuelo mío" y "Noche sombría" (ca. 1920) de Ismael Cárter; y el segundo con la cueca "El arbolito" y el triste argentino "La vidalita" (ca. 1925).

Así mismo, hay dos discos grabados por Mundial Records con el Trío Fru-Fru: "Viva Chile", cueca (ca. 1923), y "Pálida luna", tonada (ca. 1925). Este repertorio constituye un buen ejemplo de la música cultivada en las casas de canto, donde existía una mezcla de repertorio folklórico, popular y lírico. En 1966, Margot Loyola grabó para RCA Víctor el disco Casas de Canto, donde aparecen canciones grabadas por el trío Fru-Fru, como "Noche sombría", recopilaciones de Ismael Cárter y cuplés difundidos en su casa de canto.

A la casa de Genoveva Cárter asistían personalidades como Juan Luis Sanfuentes, Emiliano Figueroa, Juan Antonio Ríos, Arturo Alessandri y Acario Cotapos. Se juntaban en el gran salón, decorado con espejos y gruesas cortinas de felpa color burdeos que aislaban el sonido hacia la calle, recuerda Cristina, nieta de Genoveva. Los asientos se distribuían alrededor del salón y en un extremo se ubicaba el piano, el arpa, la guitarra y el tormento -caja de madera percutida-. Genoveva, que cantaba cuecas y arias de ópera con su registro de soprano, tenía una personalidad audaz y arrolladora, enfrentando una época en la que su vida y trabajo eran mirados con prejuicios por la sociedad. (549).

En efecto, la idea que tenía el grueso del público de una casa de canto, se confundía, a veces, con la de una casa de tolerancia: ambos eran lugares semipúblicos de diversión que funcionaban de noche, a puerta cerrada, donde se bailaba al son de guitarras, arpas y piano; se vendía alcohol, pese a no contar con el permiso para hacerlo; poseían salones cargados de felpas y espejos; y estaban a cargo de una regenta que administraba el negocio.

"La vidalita". Vidalita. Intérprete: Ismael Carter y piano. Fonografía Artística 2016, lado B c, año 1925.

Las casas de tolerancia, camufladas a fines del siglo XIX en los llamados cafés chinos, eran abundantes en el centro de Santiago, a comienzos del siglo XX, desbordando las posibilidades de control de la autoridad. Estas casas fueron verdaderas escuelas de canto de la cueca urbana con piano, guitarra y pandero, destacándose las de La Vieja Fidela, La Pancha Osorio, La Ñata Berta, La María de los Santos y La Carlina. (550).

En las casas de tolerancia elegantes y en las de medio pelo, un piano le otorgaba cierta respetabilidad al salón, que estaba rodeado de abundantes cortinas de felpa roja para amortiguar la algarabía hacia el exterior, mientras que grandes espejos y oleografías patrióticas con pomposos marcos dorados presidían el gran salón. La trasgresión de la fiesta colectiva aumentaba al producirse en tan respetable escenario: se bailaba la cueca del strip-tease o de los "turuntunes", sobre el piano; los espejos multiplicaban un descomunal enredo de piernas y abrazos, y los proceres de la patria parecían contemplar estupefactos desde sus imponentes cuadros los desenfados de la distinguida clientela y de las solícitas anfitrionas.

Este desborde era motivado por la propia música, y al son de arpa, guitarra y piano se expresaba toda la picaresca chilena mediante una pléyade de garabatos, dobles sentidos y alusiones directas al acto sexual. Atrás quedaba el recato y la sobriedad nacional. En el salón de remoliendas todo era exceso y desenfreno, en un rito de desinhibición colectiva donde no había espectadores, sólo participantes. Menos longevas que las casas de tolerancia, las casas de canto mantuvieron su accio nar en la música, el baile y la tertulia hasta comienzos de la década de 1940, extin guiéndose con la consolidación de los espacios modernos de diversión que veremos a continuación.

544    En Hernández, 1928:495
545    VerRuIz, 1996-1997: 537;yAstica et al, 1997: 119-120.
546    Ver Ruiz, 1996-1997: 537, y 2003. Escuchar a Las Caracolito en Las Caracollto, 2001,
547    Ver Milosevic, 1997: 19 y 24: Arenas, 1998: 74; Marino. 1984: 402: y Ruiz, 1996-1997: 537, y 2003.
548    El texto de la canción narra el amor de un español con Frou Frou. cupletista de un café chantant Dice el estribillo:
Frou Frou, Frou Frou, graciosa cupletista / yo estoy, Frou Frou, perdido por tu amor / perdón Monsieur, le contesto la bella / perdón Monsieur, no entiendo el español.

También se conserva la siguiente letra:
Fru-fru, Fru-fru, / canción de espuma y seda / Fru-fru, Fru-fru, / canción de la inquietud / Fru-fru, Fru-fru, / el hombre no se enreda, / en la inquietud, / de nuestro Fru-fru.

Más detalles de la estadía de Sara Bernhardt en Iquique en Peña, 2001: 25-26.
Más sobre "Frou Frou" en Gutiérrez, 1996: 130
Ver a Sarita Montiel cantando "Frou Frou" en un restaurante de París en 1900 en la película La violetera, 1958.
549. Ver Astica et al, 1997: 119-120.
En su LP Casas de canto (1966) Margot Loyola, con la asesoría de Ismael Cárter, entrega una adecuada mezcla de repertorio folklórico chileno con los cuplés que cantaban las cupletistas en sus noches de diversión.
550.Otras casas de tolerancia de la época fueron las de Ederlina Chamorro, Elvira Silva, Flor María, Dulce Ofelia, Teresa Medel, y Blanca Ureta. Ver Balmaceda. 1969: 157-159: Góngora, 1999: y Claro,  1994: 159-160, Escuchar polka y cueca picaresca de casa de tolerancia en Aste, 2001: 14 y 15.

Seguimos con Las casas de Canto, pero esta vez con Juan Astica,Carlos Martínez Miranda y Paulina Sanhueza, que nos traen, en su libro una entrevista a Cristina Carter.

GENOVEVA CÁRTER, "LA FRU FRU" y "LAS CASAS DE CANTO" (1891-1961).

 Hija de Ignacio Cárter y Margarita Soto.
Nació en Santiago el 10 de julio de 1891, según testimonio de su nieta Cristina Cárter que prosigue:

"Era una artista completísima, cantante e instrumentista. Tocaba arpa, piano, guitarra y mandolino. Como cantante, soprano.
Su repertorio iba desde la cueca a la ópera y lo hacía bien. Como personalidad, arrolladora. Audaz, se imponía por presencia. Enfrentó una época en que Santiago era todavía bastante provinciano y su vida y su trabajo, eran mirados con prejuicios por la sociedad.

A su casa de antiguos adobones, en la calle Tocornal 660, llegaban las más distinguidas personalidades de la época. Se vieron don Juan Luis Sanfuentes, de zandugueo y huifa, a don Emiliano Figueroa Larraín, sacándole lustre a los pisos con los tres correspondientes pies de cueca.

Cuentan que don Juan Antonio Ríos, dejó en esta casa el corazón acurrucado en las tonadas. Alessandri, El León, cada vez que podía ir... Acario Cotapos, Gómez de la Serna, gente importante, gente bien, políticos, parlamentarios, escritores...

No hay que confundir, dice Cristina Cárter, su nieta. Allí no habían "niñas". Solamente se escuchaba música. Cuidaban mucho su imagen. Tocaban de todo lo que correspondía al gusto de la época.

La casa de canto, era un trabajo y un arte que les permitía vivir y a alto nivel.
Los caballeros conversaban entre ellos. Las reuniones en la casa de canto eran unas especies de tertulias amenizadas con música.

Solamente ingresaban allí los conocidos. A través de una ventanita se preguntaba quién venía de visita. Quienes asistían por primera vez, tenían que venir de parte de alguien conocido! Como vendían champaña y no pagaban patente, eran clandestinas e ilegales. Preparaban "cazuelas de champagne", con frutas, en unas preciosas poncheras de grueso cristal y cucharones de plata.
Ya en la madrugada preparaban cazuela de ave.

Doña Genoveva, la Fru Frú, tenía dos cocineras sureñas, de San Carlos, la Julia y la Rosa. Eran bien gordas, recuerda Cristina Cárter. Ellas también se amanecían.
El lugar de las reuniones era el salón. Grande, con espejos y cortinas de felpa color burdeos, bien gruesas, para que no se escuchara hacia la calle.

Los asientos los ponían alrededor de la sala. En un lado, el piano, el arpa, la guitarra y el tormento. Cristina tocaba la guitarra, Ismael el piano y Genoveva el arpa. Alguien, el tormento, generalmente, una mujer. Genoveva tocaba también el mandolino. La gente se sentaba a escuchar.
Los fines de semana se quedaba hasta más tarde:

"Qué linda la mañana,
cuando sale el sol..."



Con esta canción mexicana llamada "Las alteñitas", se daba término a la reunión.

La abuela Genoveva, tenía sus costumbres. Se acostaba a las seis de la mañana y tenía que dormir ocho horas. Durante el día, en la casa se debía andar de puntillas, porque a la abuela no se le podía molestar. Tenía un dormitorio muy elegante, con hermosos muebles, con otro piano en él y pesadas y gruesas cortinas para que no pasara la luz ni el ruido.

Doña Genoveva y Luis Espérguez, formaron el conjunto "Los Huasos de Petorca". Hicieron giras a Bolivia, Argentina y Brasil. A lomo de mula cruzaban la cordillera llevando sus vestuarios e instrumentos, arpa y guitarra. Los otros integrantes de Los Huasos de Petorca eran Martha y Pepe Aranda."

Para entender más de las Casas de Canto, dejamos un escrito del historiador Eugenio Pereira Salas, que ilustran el contexto de esta música:




Los sitios de recreo tienen importancia en la sociología de la música, pues sirven de trasfondo en el proceso de hibridación de las formas líricas y bailables. En la época de la Independencia, abierta y liberal, los Padres de la Patria se entretenían en los “parrales”, en las “higueras” del Tuerto Trujillo o en los estrados de la calle de Duarte, al alegre son de la zamacueca y el escobillado de la sajuriana.

En la época romántica, ensimismada y sigilosa, la burguesía naciente creó nuevos tipos de recreación, entre otras las “Casas de Canto”. Allí se ejecutaba, para pasar la tarde en agasajo, el repertorio ecléctico de esos tiempos, en que la languidez de las habaneras, nostalgiosas de trópico, imprimían un ritmo peculiar a las tonadas de los abuelos.

El disco de la gran Margot Loyola, intérprete y recopiladora de folklore chileno, compañera de entusiasmos y labores con Violeta Parra y otros tantos nombres insignes que aprendieron la música “nacida de la tierra” y luego supieron darle nueva trascendencia, el disco en comento es "Casa de Canto"


Este disco, admirablemente interpretado por Margot Loyola, artista inteligente y estudiosa, representa el repertorio de una de estas casas de canto, la que animó entre 1902 y 1912 don Ismael Carter, donde el soplo de los valses de la opereta vienesa daba a esta zona marginal de la belle epoque un tinte social característico. Los Carter, unidos por la enseña del trío Fru-Frú, formaban un conjunto familiar. Don Ismael tocaba el piano con esa técnica del entrelazado, cuya enseñanza se trasmitía de oído. Sus hermanas, Cristina y Genoveva, cantaban con alta y buena voz al son del arpa y la guitarra.

Una allegada se aplicaba al rumoroso “tormento”. Don Ismael llevó por los caminos de América esta música de fin de siglo. Estuvo en las ciudades del Norte, alumbradas entonces por el oro del salitre. Subió a Bolivia. Residió en Buenos Aires, para regresar a Chile a reabrir su hospitalaria casa, con el criollo nombre de “Huasos de Petorca”. Esta música fue grabada en los primeros discos nacionales de la Casa E. Band, para alimentar el fonógrafo de larga trompeta, con sus cilindros olientes a cera y a miel. Corría el año glorioso del primer Centenario de la República.

En la concurrida tertulia se bailaban cuadrillas, polcas y mazurcas y se oía música chilena, tonadas, cuecas y canciones, interpoladas con las arias favoritas de la ópera y la zarzuela y los couplets de moda. Música que se va, sin duda, con los carros eléctricos y los coches de posta, los jueglos florales y las filarmónicas, pero que Margot Loyola, interpretando el repertorio de los Carter, rescata como documento objetivo de un ayer muy nuestro, en que los más importantes personajes de nuestro período parlamentario firmaban regocijados el álbum de esta familia de artistas.


Para terminar este artículo, agregaremos un comentario de Gabriela Pizarro en relación a las Casas de Canto, texto extraído de Música Popular.cl



De Lebu a Santiago.


Gabriela Eliana Pizarro Soto nació en Lebu, provincia de Arauco, el 14 de octubre de 1932. Sus padres fueron Blanca Hortensia Soto, originaria de esa ciudad, y José Abraham Pizarro, un hijo de inmigrantes españoles proveniente de Ovalle que llegó a Lebu a trabajar en la administración del ferrocarril minero.

–Mi abuelo Abraham era contador, trabajaba en el norte, en el salitre, y lo trasladaron a la zona del carbón –recuerda el folclorista Héctor Gitano Pavez, hijo de Gabriela Pizarro–. Ahí se desarrolló la infancia de mi mamá. Mi abuela Hortensia era músico y tenía un pensamiento bastante arraigado con la clase trabajadora.

Hortensia Soto fue la primera en estimular en su hija el interés por el folclor. La madre había estudiado en el Conservatorio Nacional y en Lebu era una activa participante del coro de la iglesia, de la orquesta de profesores y de grupos de teatro, zarzuela y opereta. Y tan o más determinante fue la mujer que crió a Gabriela Pizarro: la cantora campesina Elba González, de Cañete, le mostró el arte popular vivo en las casas de canto y las festividades religiosas. Así evoca esos años la propia folclorista en el libro Gabriela Pizarro Soto y su andar en el folclor chileno (2002), de donde están tomadas sus siguientes citas.

"Mi papá era un gran amante de la ópera y no le gustaban las chinganas. No podía ni verlas. Mi nana y yo nos internábamos en una calle del barrio popular (...), y ahí había una casa en la que se juntaban el fin de semana a bailar. Y ella era la que tocaba y cantaba. En esa casa había siempre una fuente grande con mote con huesillos y se servía aloja (mistela). Ella cantaba y cantaba sus valses en guitarra. Cuando la sacaban a bailar eran unos bailes como corridos, como caminados, agañados", describe Gabriela Pizarro, quien también alude al Mes de María y a las procesiones de la Cruz de Mayo entre esos recuerdos tempranos.

Textos de Música popular.cl



Fotografías: 1) El Trío Frú Frú, Genoveva, Ismael y Cristina Carter. 2) Luis Espérguez y Genoveva Carter. Huasos de Petorca. 3) Genoveva y Cristina Carter. 4) Portada de ejemplar de propaganda de "Frou Frou" para la Compañía Cervecera Valdivia, en la que la cupletista y su enamorado beben cerveza. Santiago: Imprenta Universo, 1907, BN. 5) La Frú Frú, Genoveva Carter. 6) y 7) Carátula y trasera del Disco LP "Casa de Canto" de Margot Loyola Palacios. 8) Fotografía de Gabriela Pizarro de la desaparecida Revista Ecran.

Discografía: "Otras voces, otros tiempos", 1906-193...
Restauración sonora de cilindros y discos de acetato de 78 revoluciones por minuto. Carlos Martínez Miranda. 
 Fotografías y música, gentileza de Carlos Martínez Miranda.


Comentarios

  1. Muy buen artículo.
    Muchas gracias!

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  2. Soy nieto de Ismael Carter y cualquier material del trabajo de mi abuelo como compositor y cultor del folklore chileno lo agradezco puesto que vivo fuera de Chile hace 18 ños y tambien me dedico a la musica soy pianista de musica blue ,jazz, baladas ,bossa, y musica chilena folklorica y la nueva ola. excelente material de las casas de canto las recuerdo tal como lo comentais en la casa de Tocornal .ya que vivi alli mi niñez.hasta que se termino su funcionamiento .Un saludo cordial ARTURO U.C.CARTER ,
    STOCKHOLM
    SVERIGE

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