Mucho se
ha escrito de Violeta Parra, y existen demasiadas publicaciones contando
de su vida y sus logros. No somos la excepción, nuestro blog, que trata
de Folclore y Cultura Chilena, no queda al margen para entregarles un
poco más de información a nuestros amigos del folclore, de uno de los
pilares de nuestra cultura campesina y popular.
Para
esto, viene este "Especial de Violeta", que traerá para ustedes los
testimonios de personas que conocieron a Violeta, y fueron publicados en
Revistas a las que no tuvimos acceso o no las hojeamos porque la vida
"va muy rápido".
Los dejo con Fernando Alegría.
Fernando Alegría es novelista, crítico literario y poeta. Es profesor en
la Universidad de Berkeley, California. Ha publicado una veintena de
libros, el más reciente de los cuales es "Una espede de memoria". Me
recuerdo de su "Caballo de Copas", novela de esos años 60.
Violeta Parra:
veinte años de ausencia.
Violeta por todas partes.
FERNANDO ALEGRÍA.
Pocos en este siglo han encarnado tan
profundamente la tierra y el pueblo de Chile como Violeta Parra. Nacida
en la pobreza de una humilde aldea campesina, ella revolucionó la música
popular chilena y contribuyó medularmente a definir el estilo de la
nueva canción latinoamericana.
Violeta Parra llevó su arte a Europa,
cantó durante varios años en boítes del Barrio Latino de París, expuso
sus tapices y obras de artesanía en el Museo de Artes Decorativas,
compuso una canción, «Gracias a la vida», que le ha dado la vuelta al
mundo, y desapareció como había llegado, dramáticamente, sin darse
tiempo para comprobar la medida de su triunfo.
Violeta era una mujer pequeña, de pelo
castaño oscuro, boca ancha y pómulos prominentes, con ojos grandes,
afiebrados. Mezcla de dinamita y poesía, Violeta desconcertaba a los
buenos burgueses chilenos. Se vestía pintorescamente.
Las faldas le llegaban hasta el suelo y
en el escenario las movía para mostrar unas toscas medias azules.
Demandaba silencio absoluto cuando cantaba y, mientras más refinado su
público, más dureza demostraba ella tratando de imponerse.
Protestaba con pasión y nunca tuvo
miedo de acusar a los dictadores por sus feroces injusticias. ¡Que nadie
fuera a tocarle a un pariente! Sintiéndose herida en carne propia,
respondía fieramente. Cuando uno de sus hermanos cayó preso por apoyar
una huelga, Violeta escribió una canción, llamada «La carta», que sacó
chispas.
La
voz de Violeta era aguda y metálica, molestaba al principio, pero
quienes pacientemente la escuchaban terminaban aficionándose a ella,
descubriendo un lirismo desusado y una belleza dura, quemante, en su
monotonía de tonos indios y campesinos.
Se la consideraba un producto típico
del sur chileno, pero a menudo se la comparaba a personas de otras
tierras y edades. Esto pasa con los chilenos en general. Se dice, a
veces, que son sobrios y parsimoniosos como los vascos, o emprendedores y
dinámicos como los yanquis, o hábiles y tenaces como los ingleses, o
dados a la fantasía, a la música y a las peleas como los irlandeses.
Sin necesidad de compararlos a nadie
—y Violeta lo probaría en su aventurera vida—, podría decirse que
muestran un porfiado sentido de supervivencia, viviendo en una larga
faja de abismos, entre los Andes nevados y el océano Pacífico (de
pacífico no tiene nada). La naturaleza los trata con violencia,
destruyéndoles periódicamente sus ciudades con terremotos, inundaciones y
sequías.
Quieren
a su tierra de modo extraño: parece que la compadecieran al mismo
tiempo que la reverencian. Son celosamente patrióticos y hacen gala de
machismo, los hombres tanto como las mujeres.
Se celebran en sus propias
contradicciones pues aunque hacen planes para este mundo y el otro, los
olvidan con facilidad y se entregan a una vida de amenas
improvisaciones. A los viajeros que poco les conocen les dan una
impresión de sabiduría innata y gracia natural, de gentes escépticas y,
al mismo tiempo, fatalistas.
La verdad es que se comportan con
mucho de mentalidad insular, lejanos y olvidados como están allá hacia
el fin del mundo —Chile limita hacia el sur con la Antartica—, y se dan
fuerza y esperanza creando mitos nacionales que sus poetas exaltan
líricamente.
*Fernando Alegría es
novelista, crítico literario y poeta. Es profesor en la Universidad de
Berkeley, California. Ha publicado una veintena de libros, el más
reciente de los cuales es "Una espede de memoria".
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